La experiencia cumbre del karate secreto

LA “EXPERIENCIA CUMBRE”
DEL
KARATE SECRETO
Articulo original de Félix Bargados. Todos los derechos reservados.

                    

<< La imaginación es más importante que el conocimiento >>.  EINSTEIN

“Y…la imaginación que parte del conocimiento es más importante todavía”.    EL AUTOR 

                                            “Tenia una pesadilla.
Ahora tengo un sueño…
no puedo quitármelo de la cabeza…
y  aunque no se ha hecho todavía realidad al completo, voy a vivir como si ya estuviese pasando ahora. Como si ya lo tuviese. 
Esta es mi receta heurística:
Si no se encuentra la solución a un problema, hacer como si ya estuviese resuelto.
Así que viviré antes de  la experiencia real. Porque he aprendido que si…
 pensamiento  y acción, cuerpo y mente, comportamiento e intención  se alinean,
el cuerpo cambia. La mente crea. Por tanto, pensamiento y acción no se deben desviar”.


En tal sentido, siempre soñé con especial vehemencia, ir al pasado, para vislumbrar los misterios, para impregnarme de los enigmas del KARATE. De los ecos ancestrales donde mis entrañas sienten la familiaridad del viejo hogar de donde procede.

Comoquiera que no entendía la “técnica clásica” del KARATE. -no la del Karate que conocemos, sino la del KARATE que es -En tal sentido, nunca antes se me ocurrió este tipo de sugestión.  Ahora  fue  posible y me gustaría compartirla con usted en una visión panorámica como balance general, a modo de revisión comprensiva y comprehensiva de cuanto he aprendido. Como abrir el zoom, para mirar desde más lejos.

Por razones fáciles de comprender, me es inevitable reconocer que tras mucho más de tres décadas de estudio y entrenamiento de los Artes Marciales, me siento como si ahora comenzara. Mi sensación de pequeñez aumenta ante la magnitud del Arte que ahora atisbo. Siempre he mantenido la fe en el KARATE, aún a pesar de no encontrar un sentido, una coherencia, pero ahora comienzo a entender y a sorprenderme por la “belleza del misterio”.
Próximo a las cuatro décadas de práctica, cuando se aborda el tema y comento con alguien que recién empiezo ahora a comprender, capto en sus ojos la incredulidad, ¡¡pero es verdad!!. Y a raíz de esta revelación lo va a entender

”demos cuenta que por el fruto se conoce el árbol, y además por el árbol se llega a la raíz”.

Primero le hago valer una percepción interesante. Si alguien fiable le asegura que hay una persona accidentada y que se necesitan “X” euros para salvarla, probablemente no se desprenderá de esa cantidad de dinero así como así. Sin embargo si paseando por la calle  ve  a la persona inmóvil en el asfalto que ha caído de un primer piso, no dudará en introducirla llevarla al médico mas cercano. Incluso no escatimará en usar esos “X” euros o más para pagar un taxi. El motivo de que no haya actuado de forma tan generosamente en el primer caso es porque no ha logrado visualizar el caso tal y como era. Por eso el primer caso no le sensibilizó y no despertó su altruismo. Ese es el poder de la visualización. La visualización puede cambiar radicalmente su paradigma, puede aportar más información que una biblioteca entera, puede integrar lo que está separado  y puede cambiar su manera de pensar e incluso su cuerpo, porque la mente puede transformar la materia de su cuerpo. La consecuencia última, en suma es que se puede tener un ideal y conseguir una realidad.

Y más allá del terreno que nos ha traido, “todos tenemos un potencial infinito, porque tenemos un vínculo con la fuente creadora (Tao) y por tanto con el poder que queremos convocar. La manera de aprovechar ese poder es imaginarnos rodeados por las condiciones que queremos crear”. Todo lo anterior explica, mal que bien, que…

En esta misma línea argumental,la ley de la flotación no se descubrió observando los objetos que se hunden, sino que se descubrió observando los que flotan”.

Parece obligado rescatar esta disquisición que se dirige al meollo. Este es el revulsivo  que necesitará para reconstruir virtualmente el “eslabón perdido del KARATE”,  sentir  la visión sinóptica y la experiencia cognitiva en  su  propia  carne. Ahora podrá perfilar la idea, dejarse embriagar  del  poder del “KARATE infinito”  de la mano del enigmático Matsumura. Y no es este un poder nominal, sino tangible y real. Agregemos que de todos los Maestros de la antigüedad, ninguno se ha proyectado hacia mí de manera tan gravitante. El es para mí como un rayo de luz que me abre las puertas a una dimensión desconocida y me ilumina un sendero que no puedo dejar de transitar. Matsumura es heredero de la esencia del KARATE prístino. Esencia que hemos analizado en los títulos anteriores, pero ahora vamos a visualizar en espectro completo a través de  la siguiente ucronía, para entender las verdaderas y auténticas dimensiones del KARATE clásico.

Cuando lea la regresión que se vierte a continuación trate de separar la paja del trigo. Me explico, mi relato es solo mi relato, no el de nadie. La remenbranza es de ficción  sobre un personaje histórico, la descripción técnica que se incluye, es real  y punto de referencia para vislumbrar, entender e integrar lo que se revela en esta obra.

Como auténtico artista marcial que seguro es usted, podrá ser perspectivo  y  ver en “visión remota” con el ojo de la mente, independiente de los ojos de la cara. De hecho, el Kata no es más que un exigente entrenamiento de visualización con los ojos abiertos.

Este inspirador hechizo de comprensión oceánica, me inundó en el verano del 2.010 mientras disfrutaba de un relajante baño en el mar, después de pasar varios días estudiando profundamente los conceptos Secretos del KARATE clásico, y de todo un año de entrenamiento en Tegumi hasta la extenuación, tanto física, como mental.


Sin ningún tipo de rebozo y hablando en puridad, sentí algo así:

fluctuaba en el agua tranquila, en un recodo entre las rocas a total resguardo de las olas, en profunda calma chicha como si fuese una piscina en vez del mar.
Disfrutando un precioso lujo de periodo sabático; me sumergí calmado en la profunda oscuridad de los ojos cerrados, casi en duermevela.
De súbito, algo como un fulgurante rayo iluminó mi mente y un aluvión de sensaciones se apoderaron de mí en un indescriptible estado parecido a la embriaguez. Ensimismado en la bonanza de una paz dichosa con las sensaciones del líquido elemento, tuve un misterioso momento cumbre de “serendipia”.


Lo anterior se explica, mal que bien, a raíz de que el cerebro despierto trabaja en un caos de conexiones sinápticas; pero en duermevela, por razones desconocidas, a veces se sincronizan las tasas de activación, entrando en un “enganche de fase”. Este no es más que derivar a  una frecuencia exacta en la que miríadas de neuronas activan un insights (revelación del subconsciente) en una hermosa sincronía.

 En estos casos, el cerebro es permeable a alguna asociación útil, la mente suele dar con alguna conexión antigua que se había dejado reposar desde hace tiempo y uno puede experimentar una preciosa intuición privada. Concretamente, una representación mental retroactiva, remontándome en el tiempo, fundiéndome con el infinito en una “epifanía”. La cual es una visión sublime y conjuntiva, a la que sigue una contemplación en íntima comprensión y asimilación profunda de una representación mental.  Este tipo de videncia ocasional, conduce a una concepción sintética del tema representado. Es como una coronación iniciativa. Entendiendo por iniciación a la penetración de una VERDAD por la experiencia mental, por la magnificencia de la visión interna del espíritu. Si así se quiere, es en realidad una “comunión”  tranquila, casi bucólica, en una unión espiritual. Una comunicación del alma con una extraña dimensión divina.

Allí estuve un precioso tiempo que ahora no puedo precisar, porque el flujo del tiempo como tal dejó de existir en un misterioso estado obnubilado de quietud y de brillante y magnética iluminación interna, que ni siquiera me apercibí de que se había vuelto de noche, mientras mis ojos y mi cara se habían llenado de lágrimas. Se desplegaron generosas sensaciones de intensa claridad, mientras mi renovado espíritu, con bella dignidad, se perdía en la enigmática eternidad con un arrebato sublime de profundo éxtasis apaciguado.

A la postre, surgió un sutil y nuevo acontecimiento de radiosa intensidad interna. El delicioso fenómeno de la “transfiguración”.  Para decirlo de otra manera, el cuerpo tiende a somatizar, a encarnar la visión espiritual profunda en una nueva modalidad de éxtasis, en lo que es una forma placentera de aprendizaje  con  carácter íntimo, interno.
Voy a explicar como fue la experiencia cumbre de epifanía… aún a pesar de que lo que   explicitaré es inefable y por ende, muy difícil de rescatar para contar con precisión. Por tanto lo que voy a contar es solo un lejano eco de lo que verdaderamente experimenté y ha sido lo primero que he escrito.

 En cambio, lo último ha sido saber por donde empezar.

Permita que la red tejida por esta humilde epifanía le atrape, transportándole a un viaje a través del tiempo y del espacio, a una dimensión invisible de nuestra realidad.
 A un épico lugar que comienza siglos atrás en el reino de Okinawa, donde la magia energética, precursora de  hazañas sin parangón, dio pie a increíbles leyendas.

Si bien es lícito alimentar dudas con respecto a como el Universo memora en su infinito reservorio el trenzado energético de cada suceso, tengo motivos para concluir que es así. Por eso invoco mentalmente el eslabón perdido, sintiendo como una calma cálida se adueña de mí y el Universo entero parece vibrar de energía desbordada.

¡¡¡ATENCIÓN!!!  ¡Empiezo ya!

Lentamente, en un escenario marcado por la débil luz de la luna, se  ilumina tenuemente y como telón de fondo, el mayestático Palacio Real de Okinawa en un tiempo antiguo que nadie puede precisar exactamente.
En el centro del patio del Palacio Real de Okinawa, de entre la negrura de la noche, levemente iluminada por la luz de la luna como el foco de un ciclorama, y bajo el dosel de miríadas de estrellas, ningún sonido acude a mis oídos; el silencio es de ultratumba.
En la oscuridad se vislumbran dos ojos febriles, sólo dos ojos felinos,
parecen los ojos de una criatura de otro mundo, con una mirada abisal, profundísima como surgiendo de la NADA eterna, serena, ojos de tigre, poseedores de una luz de alguna extraña dimensión desconocida que parece atravesarte las entrañas.
Se siente el aliento de lo que parece ser un tigre al acecho entre la bruma, que se apodera cada vez más del recinto.
Un escalofrío recorre mi espalda cuando da un paso que deja ver su silueta totalmente vascularizada, con la piel curtida como el cuero, la regia silueta de un tenebroso guerrero de primera, que parece estar hecho de sombras, quieto en la negrura, fascina en todo su deslumbrante esplendor.
 Convence solo con su bella presencia, impenetrable, inexpugnable.
Es el genio, el espectro del egregio karateka Matsumura, no hay duda, sus ojos parecen ahora centelleantes. Parece estar despreocupado mientras me apercibo de su primera y sublime cualidad, la “sinergia elástica” inmanente de un perfecto tigre, con las articulaciones “sueltas” como si todas gozasen del beneficio de miles de esferas rodantes.
Incluso el abdomen parece ser una increíble esfera fluctuando y el cuerpo entero destila la “cualidad neumática” refinada de los felinos.

Los exuberantes movimientos del cuerpo parecen no llegar nunca al punto de compromiso donde se traban, sin apostar por ningún movimiento en particular. Sabe que nunca se ha de poner a prueba el crédito de una sola vez porque todo depende de las contigencias y raro es el acierto del salir bien las cosas de una vez. Por eso se mueve dentro de un elegante esquema corporal natural con perímetro de seguridad técnico, unas fronteras seguras que han sido trenzadas en años de continuo entrenamiento.
Sólo ese paso me ha servido como reencarnación hipostática de un tigre, para sentir el sobrecogedor aroma remoto del fantástico tigre cuya espectacular energía mental proviene de una NADA de fondo. Una NADA energética de potencialidad pura.
Un tigre no piensa en nada, solamente le basta con ser lo que es, dispuesto a morir a cada instante, viviendo el ahora, el presente. Es acecho y despreocupación.
En realidad, Matsumura no parece un tigre ¡es un poderoso tigre! un verdadero felino.

Llama poderosamente la atención como realiza en primer lugar, lo que parece un embriagador mandala mágico con sus manos, abriendo la mente hacia todo lo positivo y negativo, mientras sube la energía sutil hacia la coronilla. No deseando ni rechazando nada, y después hacia abajo, deja discurrir una catarata de energía hacia abajo, hacia el abdomen, preparando a la vez su abdomen para la energía que desea convocar y enraizando su cuerpo en el suelo. Sabe que el agua discurre siempre hacia el punto mas bajo sin oponerse, por eso ninguna tensión aflora en esto. Sabe que su verdadera naturaleza es agua más que cualquier otra cosa. Su cuerpo líquido, su mente como la superficie del agua en calma y sus ojos reflectantes como el espejo claro de la superficie del agua mismo, que lo refleja todo y no atrapa nada.
Fantástico.

Si algo destaca poderosamente es que sus movimientos de combate, parecen ligeros como la brisa, en un cuerpo que no pesa, sus pensamientos no atan, sus deseos no apresan, esta hecho de la fibra fantásticamente monstruosa del Kata Naifanchin (Tekki).
Su cadera parece flotar sobre las piernas en una “sinergia rodante”, aunque se percibe como una pesada roca o una poderosa bola de cemento que rueda a favor de contrapesos internos creados por su mente, gestionando los embates del adversario imaginario y manteniendo una perfecta homeostasis incluso en las situaciones más adversas. Todo movimiento se inicia en el centro de gravedad, evitando gestos parásitos que pre-avisen al adversario y el cuerpo se integra como un todo global esférico, en conexión perfecta. La cadera parece un regulador direccional y espacial de las técnicas en base a los giros flotantes y al efecto motil entre las piernas.

La sinergia esférica es tal que cuando una mano se mueve todo el cuerpo se mueve, y cuando una mano para, todo el cuerpo se detiene. Todo el cuerpo se para cuando el guerrero intuye que ha llegado “al punto” de descarga energética. En ese momento no se alinea funcionalmente (tensando como un ariete) para no ser nunca atrapado por energías  exteriores  a  él.   En  cambio, se  alinea  estructuralmente, colocando  bien  sus
huesos  y articulaciones para transmitir la energía por su cuerpo.  Pero esa energía es líquida, como el agua, lo que hace que sus brazos sean flexibles como dos serpientes. Llamamos a esto, “brazos plegables”, aunque en momentos de expresión de energía, estos se rellenan como una manguera se rellena de agua y en ese momento son “brazos indoblables”, pero siempre elásticos como los del felino.
Fluido como el agua…

Aunque no veamos poder en un vaso de agua, cuando se convierte en vapor puede mover los pistones mas poderosos de una máquina”.

A veces trasmite la sensación de ser un  “fuerte arco”  que acumula resorte antes de soltar la energía. La energía que emana de él es  como  un   “viento fuerte”  que  se expresa en oleadas huracanadas y actúa igual que una inundación que  lo  abarca todo.

Por momentos realiza espléndidos golpes más poderosos, que transmiten la sublime revelación de que en vez de agua rellenando sus brazos, es mercurio o plomo líquido que se desliza hasta los extremos del brazo, haciendo que el golpe se parezca a un “manguan”, la terrorífica maza de cadena del medievo.

En cuanto a su extraordinario comportamiento, recuerda al ave de presa,
“cuando las aves de presa atacan, vuelan bajo sin extender sus alas” para no delatar su ataque. Los felinos también se comportan igual, “cuando un felino va a atacar, se agazapa con las orejas pegadas a la cabeza”.
Por ese motivo, sus poderosas acciones de golpeo comienzan suavemente, sin avisos ni apresuramientos para así ocultar las intenciones. Pero durante el recorrido se aceleran como el relámpago, en perfecta economía de  movimiento.

Baste subrayar que todos los golpes que acabo de describir son de “efecto flageliforme”  u “ondulante”. Matsumura envía una onda vibracional desde el suelo que entra en el cuerpo del oponente y restalla con aceleración creciente. El cuerpo cimbrea tomando como centro la cadera del Maestro, los músculos agonistas sacuden primero hacia delante y repentinamente hacia atrás usando “una recta para crear una curva” como cuando se pega con un látigo.
Pero de entre la conflagración resaltan otros golpes más penetrantes, sin recorrido y con una base muy enraizada. En estos golpes las ondas vibracionales chocan en la espalda del opositor y retornan encontrándose con las primeras, formándose un momento álgido de encuentro entre ondas que van y vienen. El golpe en este caso genera nuevas ondas que siguen produciendo este fenómeno multitud de veces a gran velocidad. Este tipo de golpe no es superficial, sino dotado de una  energía desgarradora, capaz de destrozar los órganos internos de cualquier persona.
Mientras el Maestro realiza esta preciosa danza de energía, a buen seguro se nota como su mente permanece siempre en el centro de equilibrio del cuerpo, evitando los resaltos peregrinos de la mente. Centrado en su abdomen  y  proyectado  desde  ahí hacia fuera, a cualquier apelación del entorno. Con el “cursor de acción” o programación sin pensamiento, orientado hacia la desestabilización del eje del adversario imaginario, al más mínimo error suyo.

De resultas, una extraña belleza y coherencia llena el ambiente con una abrumadora armonía  de fortaleza contagiosa. Esta es producto de una minuciosa relación “mano-codo” que podemos denominar “puños en maritaje”, porque actúan colaborando y reforzándose mutuamente en una maravilla de conexión acción-retroacción como cuando se gira un volante. Sus  brazos  nunca  van  independientes  entre si ni entre ellos y el cuerpo, como tampoco lo van los codos de las caderas, siempre a una distancia de la cadera que permita la salida exitosa ante una presión adversa inesperada, como si hubiese una bola de goma imaginaria entre codo y cadera, aunque también la hay en las axilas y entre ambas piernas, lo que asegura siempre la salida exitosa ante un ataque con intención de colapsar y cerrar su operatividad.
Por lo que se refiere a su estructura corporal, esta destila energía y vitalidad, ausente de esfuerzo. Transmite la sensación de estar colgado del cielo por un hilo, lo que le confiere una estructura que tiene la potencialidad de generar una “caída interna gravitatoria” de los órganos  internos, así  como  de la respiración  al estilo de un suspiro, generando así una onda  centrífuga   antigravitatoria   y  ascendente,  amplificada  en  cada articulación por el efecto transmisión, el foco de su mente  y  el momento de inercia. Matsumura parece unido con el cielo por el hilo del que se suspende, pero a la vez parece integrado en la tierra por las prodigiosas raíces virtuales que se intuyen a cada paso.
Este monopolio de la gravedad le confiere una abrumadora fortaleza que contagia por su fiereza, parece un milagro viviente alimentándose de la energía del suelo, porque sabe que el suelo posee un caudal inagotable de vitalidad.
Por ese motivo, nunca se posiciona rígidamente sobre sus piernas, sino que se arraiga cual árbol en el suelo, como si unas raíces imaginarias penetraran un metro hacia abajo, mientras su parte superior parece sorprendentemente ingrávida. Me hace evocar a un árbol mecido al viento. Exactamente sería un sauce.
 No se ven impulsos en las piernas ni tensiones, tampoco desea ir a una posición fija. Para él no existe más posición que la que es capaz de “contener la fuerza gravitatoria”, como si todo el tiempo, las piernas estuviesen conteniendo la resistencia de la presión
del agua, que en cuanto se suelta, actúa como un “disparador automático” para desplazarse en una caída libre (sin impulsos que lo delaten) hacia un “centro virtual” creado rápidamente por su mente. El desplazamiento así creado, es un comprometido equilibrio muy fino en el desequilibrio. Para finalmente y antes de “entrar en perdida”, con una precisión casi milagrosa colocar su pie debajo a velocidad del rayo, en una portentosa posición flexible con delicadeza casi femenina.
Parece fuera de toda duda que esa “forma aérea” de desplazarse, la más “furtiva” que uno se pueda imaginar, no parece ser su única manera, puesto que Matsumura se me aparece como un estupendo espíritu libre. Libre incluso del ansia de libertad.
En otros momentos se le intuye lidiando con agarres, tirones o desequilibrios de los oponentes imaginarios, gestionando sus fuerzas para conducirlas en un “ángulo de menor resistencia” hacia un “ángulo de cancelación” o un “punto de perturbación” por el desenraizamiento. De entre las sucesivas torsiones, destaca alguna sacudida, como un pequeño terremoto, que hace saltar cualquier cosa que le agarre. Entonces necesita “asegurar el terreno”, caminando con el “paso seguro” como lo haría cualquier tigre al acecho.   Colocando primero el “pie vacío” de peso y después descargando de pleno la “caída interna gravitatoria” como una descarga hidráulica sobre la pierna.
No está de más alguna precisión sobre su exquisita  manera de caminar, la cual le confiere una gracia especial que suscita cualidades más sublimes, como levitar  por una fracción de segundo, al igual que las bailarinas al saltar y al girar o desplazarse, pero en él parece  magia. Así puede mover la pierna sin que en el cuerpo se denote ningún cambio apreciable por un oponente. También le permite moverse vermiformemente en forma de gusano. Es decir primero el cuerpo se desplaza hacia la pierna comprimiéndose y después se desplaza la pierna, para absorber los envites del adversario y rebotar en la misma dirección. Su increíble velocidad es fulgurante.
De pronto con una pasmosa lentitud desacostumbrada y en éxtasis, sustituyendo la prisa por la energía, su cuerpo se ralentiza mientras parece estar “rellenando su cuerpo de mente” con actitud neumática y en plena apertura articular como un arco cuando se estira. Unas veces se le ve espirando y rellenando las extremidades para desarrollar más si cabe su poder, otras veces inspirando y desplegando sus articulaciones para aumentar los flujos de energía en sus meridianos y otras espirando y con la intención de una situación muy concreta de combate, para poner el Ki indefectiblemente “en la zona” justo donde es necesario.
Extraordinario.

Una maraña de hebras brillantes de energía parecen galvanizar su cuerpo esculpido en celaje brillante como aureola de bonanza protectora.
La fuerza delicada y escurridiza que rezuma magia energética, le llena de generoso virtuosismo. Parece que librara una digna batalla contra si mismo.
En cualquier caso, esa ralentización le sirve para condensar el tiempo, que parece ahora discurrir mucho mas lentamente como si se hubiese despertado en el un estado modificado de consciencia, que también se está apoderando de mí en este lapso suspendido de eternidad que te hace sentir  feliz por un momento.
En verdad, con todo, cuanto rodea a Matsumura, es seductor, parece estar envuelto en una aureola de misterio, parece una criatura de otro mundo, del mundo eterno, de la NADA, y una densa calma se apodera de el…y de mí...
A la luz de lo dicho, salta a la vista que Matsumura no es un ser humano que tiene una experiencia espiritual. Es en realidad un ser espiritual que tiene una experiencia humana.
El sabe que el agua del planeta tiene el poder de crear vida y de destruir, pero una gota de agua que se cae al suelo, separada de la fuente inmensa de agua, pierde todo el poder. De la misma forma que una persona, separada de la fuente infinita  de la que formamos parte perderá todo el poder. Así que Matsumura sabe volverse tranquilo con la fuente infinita, en meditación.

De nuevo se siente en el aire la impregnación energética que hace vibrar el patio, cuando comienza a moverse rápido, sus acciones no son aisladas, todas cumplen el principio de masa reforzada que aúna todo el cuerpo en cada golpe o defensa.
Pero su principal arma de combate y Secreto más inexpugnable es “el efecto resorte neumático”. Cada vez que se mueve, lo hace en espiral como el agua al salir por un desagüe, entonces su cuerpo crea presión como lo hace una catapulta de ballesta o un simple muelle. La energía en el se acumula antes de emitirse, el Ki se acumula en cada postura. Por tanto, el Secreto del continuo movimiento es comprimir y des-comprimir el resorte de activación y evitar columpiar el cuerpo o girarlo a base de fuerza muscular.
Cuando Matsumura comprime el cuerpo por la caída interna gravitatoria o por la extensión de cualquier parte del cuerpo, la parte antagonista está queriendo recuperar la forma original. Eso es lo que acumula la fuerza de resorte. Armar el puño en la cadera no es más que eso, tirar de ambos lados de la articulación en sentidos contrapuestos, crear resorte y liberarlo para lanzar el puño. De la misma forma, el final del puño o de cualquier acción es otro resorte dispuesto a ser liberado.
Pero ahora se queda quieto mientras la brisa trae de lejanos lugares ensoñaciones y ecos lejanos. Parece que por un momento el tiempo se detuvo con el. En estado de reposo como el agua, conservando su poder de actuación, siempre a punto de moverse, pero en calma como la superficie del estanque, vigilante, disponible en forma de resorte para actuar ante cualquier imprevisto, como un brillante relax activo.

Comoquiera que está poseído por un misterioso embrujo, capto la cosmovisión de ese guerrero arcaico. Matsumura está en este mundo pero sabe que no es de este mundo. Sabe que proviene del Infinito y volverá al Infinito. Es un ser Infinito disfrazado de guerrero. Sabe  que ahora sólo está ocupando la “dimensión activa del infinito” durante un pequeño paréntesis de vida. No tiene ningún miedo a la muerte.

En esa época los maestros atávicos de las mistéricas escuelas estaban placentados, más en contacto con la naturaleza que nosotros. En total sintonía con el cosmos. Creían que el cielo nocturno era la mente del cosmos y al realizar cualquier acto, sentían que estaban siguiendo su destino. Sentían una afinidad por el mundo físico. Creían en un fetichismo constelizador, promotor de instantes de sincronicidad, conceptuando que no había nada en nuestro interior que no tuviera una correspondencia en el exterior. Así, todo lo que sucede es un nuevo aviso, una recompensa, castigo o premonición.

Matsumura siente vivo el bosque cercano que lo rodea, y el bosque lo está observando a él. Espíritus invisibles susurran en la brisa de los árboles,
el agradable vientecillo que le acaricia la mejilla, para él, es el gesto panteísta y velado, de un Dios.
Todo es un aviso clandestino, una premonición...
Un rayo de luz rasga el cielo en dos partes, descubriendo en un flash escalofriante la máscara de un nuevo guerrero que acecha en la oscuridad de las sombras. Un sonido estruendoso del trueno y un eco que evoca un pandemónium.

 Entonces la otra figura de guerrero aparece decidida, con ágiles movimientos de entre la negrura, con ojos centelleantes. Parece salido de un aquelarre, dispuesto a entrar en liza con el sagrado Matsumura. Hay una distancia que los separa. Intuyo que el Maestro espera el momento de responder. En los primeros embates me doy perfecta cuenta de su estrategia. Matsumura gobierna el timing a la perfección. Sabe que cuando el oponente se acerca para atacar es como una puerta que se abre y se cierra. Cuando la puerta se va a abrir hay un resquicio por el que anticiparse. Cuando se esta abriendo hay una abertura más grande para contrar la agresión. Al final del ataque, la puerta está totalmente abierta. Cuando recupera el ataque hay otro momento para colarse y actuar con éxito. Por último, el oponente podrá rehusar atacar, situación en la que sabe que tendrá que llamar a su puerta, invitándole a atacar, es como poner un queso al ratón.
Pero el oponente decide atacar, el oponente ataca al maestro, y este desde “fuera de distancia” sale ipso facto a una toma de contacto, “dentro de la distancia” en un  ángulo de  intercepción   óptimo,  con  una  consistencia  del  brazo  muy  elástica.   El  punto  de colisión es tremendamente amortiguado, lo que genera un “efecto mariposa”. O sea, una pequeña causa (como lo es el batir de unas alas de mariposa) que concluye en un gran efecto y le confiere “posición de ventaja”, mientras  por  el  otro  lado  sale  su peligroso ataque sumado a la fuerza del oponente.  Ahora se encuentran pegados y adheridos en una conexión retroalimentada entre ambos. Ya nos advirtió Sun-Tsu (el Maestro del Arte de la Guerra) que la principal directriz de combate es “conocer al adversario y que este no me conozca a mí”. Matsumura está adiestrado a la perfección en esa ventaja que adquiere por dos caminos: El primero es la adquisición de información por la piel, por eso mantiene la pegajosidad; lo que hace que no piense primero y defina después, sino que defina primero y piense después.  El otro es la perceptividad intuitiva (Yomi). Puesto que“el hombre también tiene una capacidad de prever el futuro a partir de la regularidad del pasado y de la situación del presente”.
Con la información de ambos canales, se mueve cediendo, neutralizando, gestionando al oponente un poco más allá de donde es su deseo. Después controlando, emitiendo energía y siguiendo  en  un enlace entrambos de resilencia-elástica sin fin. Y…
Cuando dos cursos de agua convergen, el de menor caudal se deja absorber por el de mayor, uniéndose a él. Así Matsumura sabe integrarse, uniéndose en una sinapsis misteriosa a la fuerza del otro para superarle.  Se amolda a modo de tentáculo de pulpo, relajado, dúctil. Siente profundamente la superficie que toca. Es inatrapable como el agua, cambiante con las contingencias del entorno, adaptándose al recipiente que lo contiene. Matsumura parece una balanza de precisión.
El punto de toque con el adversario es el eje central sobre el que se compensa la fuerza del oponente hasta crear un “punto de presión cero” dejando al misterioso oponente en vació y actuando por el otro lado en una relación horizontal mano-mano o vertical mano-pie. Sus defensas son neutralizantes casi siempre, en un ángulo tangente al ataque.
Siguiendo su rebufo y sobre-extendiendo como la resaca del mar que atrae todos los objetos, desbordando como el tsunami o redireccionando al oponente como el oleaje que pone al barco a la deriva, a fin de crear en el un ángulo de cancelación. Otras veces, las menos, golpea sus ataques en un ángulo de incidencia más secante.  Pero todos sus movimientos son redondeados de ida y vuelta, monopolizando la fuerza rabiosa del oponente. Redondeando las esquinas para romper la inercia.
Conviene subrayar que, la belleza de sus respuestas son fiel reflejo de su energía interior. Unas veces golpeando como un látigo, otras creando una onda vibratoria interna sin necesidad de recorrido, a favor de la caída interna gravitatoria y del efecto de resorte de activación interno.   Pero siempre aumentadas por el “ojo vector” de la mente que parece atravesar al objetivo. El pegado y entrelazado de ambos oponentes, solo parece romperse cuando entra  en  juego  una  proyección y el oponente se cae al suelo o cuando es enviado fuera del perímetro de seguridad por una descarga de energía. En el resto de acciones, golpes frustrados o intentos de luxaciones y estrangulaciones, la bella armonía entrambos parece dotada del mínimo esfuerzo, máxima espontaneidad y de una intención flexible, en vez de un deseo que pudiera bloquear la mente.

Por un momento el combate se enrarece más, mientras se levanta una ventisca furiosa, arrastrando montones de hojarasca y algún que otro cardo ruso rodador por el patio.
Un pequeño nido entre la balumba de ramas del agitado árbol, con un pajarillo recién nacido. La madre dándole de comer, con la misma tranquilidad que Matsumura muestra ante el peligro. Totalmente confiada, tranquila y ajena a la terrible tormenta que amenaza en todas direcciones desflecando todos sus plumajes.
Como una ventisca furiosa, el combate de altísima movilidad, se ha desplazado peligrosamente hacia mí, muy cerca. Tanto que en un fenómeno de bilocación, me ha parecido sentir sobre mi piel el roce de una de las manos de Matsumura. Si, he sido tocado por una mano de Matsumura. Su mano me ha parecido fluida como el agua, mientras una corriente helada atraviesa mi cuerpo, como un escalofrío. Todavía me parece sentir el roce tenebroso de esa mano casi divina.
Ambos parecen un poema de movimiento, sin otra expectativa que honrar al Arte del Karate que tanto atesoran. Por último, haciendo gala de una extraordinaria presciencia, se anticipa con un aterrador grito, como el de una bestia que sale de lo más profundo de Matsumura. El propósito de este Kiai es detener la acción de un adversario justo antes de que este se mueva, sin mover un solo músculo, por eso es estruendoso, corto y explosivo.
Se proyecta en una línea que continua atravesando el objetivo. El adversario se queda una fracción de segundo paralizado, y arranca de nuevo, pero esta vez Matsumura recurre a otro tipo de Kiai. Une el espíritu y el cuerpo sin gritar, y además se une con el adversario en forma “sensitiva, mezcladora y dominante”. Llamamos a este  “grito de espíritu” o “unión de los espíritus” Aiki, en el que la energía es circular y creciente a lo largo de una linea orbital, absorbiendo la energía adversa hasta que se vuelve contra el y lo consume. Este Kiai circular y casi silencioso se contrapone al Kiai elemental que es lineal, explosivo.
 Para que nada falte, lo suyo es recordar que, cuando el Kiai se usa como válvula de escape para acompañar a la expresión de energía, se usa con disimulo, con un sonido  de tono bajo que se va acelerando desde el Tan-den, creciendo en intensidad a medida que el circulo alcanza el clímax y el Aiki domine al adversario. El mitigado y casi inaudible pero profundísimo sonido que se oyó, me pareció ¡¡hen!! Para inhalar y ¡¡ha!! Para exhalar. Como un auténtico motor de energía, eyecta al adversario lejos de si, imponiendo respeto.
Pero el Kiai se puede usar con otros propósitos, como por ejemplo detener la acción de un adversario sin mover un  solo músculo o mientras  nos ocupamos  de otro adversario. En ese caso el Kiai debe ser otra vez estruendoso, corto y explosivo.
La monstruosa energía no se concentra, sino que se proyecta en una línea que continua atravesando el objetivo y vuelve como la resaca de una ola del mar agitado.
Matsumura conoce a la perfección que la  energía Ki posee muchas formas especializadas  de expresión, adaptándose a lo que hay que hacer en cada situación particular:
El oponente de otrora mirada asesina parece que ya aprendió bastante de la voluntad inquebrantable del misterioso hombre, y parece haber tenido bastante castigo y se separa dignamente de Matsumura con manos implorantes en un humilde paso atrás.
Ni una gota de sudor perla el  solemne rostro de Matsumura, ningún cabello parece estar fuera de sitio. Parece que nunca se hubiese movido. Su sorprendente cuerpo parece un bellísimo santuario  sagrado.
Con su rostro joven y severo, aderezado en una leve sonrisa, cargada de afectuosa indulgencia… Saluda en agradecimiento a su rival y al espacio circundante. Todo el recinto se vuelve sagrado. Me siento reflejado en su misteriosa esencia, en empatía irresistible. Entonces un conspicuo aprendizaje silente, sin palabras. De corazón a corazón, me inunda. Se que no hay final en el aprendizaje para un maestro. Un maestro siempre es el primer alumno dispuesto a aprender, y se que la lucha es contra uno mismo, contra la propia maestría de uno.

En un terreno próximo pero distinto, Matsumura en perfecta sintonía universal conoce perfectamente el “molde intacto” que no es más que las “caras de la fuente infinita que es el TAO”, la “NADA” del Universo que es energía pura, potencialidad de la que provenimos, a la que volveremos, y  que  me las transmite  sin mediar palabra:

Sabe que la NADA”, el silencio interior es la raíz de la “potencialidad pura”  para la creatividad, hacia donde lo lleve la bondad del poder de su atención.
 Sin que el movimiento caótico eclipse nunca su creatividad.

Sabe ser como un sol majestuoso que brilla incluso detrás de las nubes,
 irradiando bondad a los demás, más que para si mismo, porque se siente unido a todo. Todo lo que hace a los demás es lo que se hace a sí mismo esta es la “ley de la dádiva”, saber dar lo mismo que se quiere para uno mismo.

Sabe seguir la “ley de la economía del esfuerzo”  que se traduce en no hacer con más, lo que se puede hacer con menos, aceptando cada momento tal y como es, encontrando la oportunidad que cada problema contiene.

Sabe ser capaz de ver la belleza en la mayor de las miserias. Y para eso hay que ver cosas que otros no ven y oír cosas que otros no oyen.

 Es gratitud constante. Claridad mental para comprender el sufrimiento humano de vivir en el ego y el origen de sus conductas, entendiendo así la compasión y perdón.

Sabe que la vida no está interesada en nuestro bienestar subjetivo, sino en que aprendamos lecciones, colocándonos fuera del área de confort, frente a retos y desafíos, para que así practiquemos “el potencial humano frente a la incertidumbre”. Aprendiendo de malos Karmas pasados, porque en la vida no hay amigos ni enemigos, sólo personas que aprenden”.

Posee humildad radical al estar liberado de la  tan común “identidad impostora” que es el ego. Sabe que su ser no es su cuerpo ni su mente, sino una parte de la fuente divina, por eso experimenta dolor, pero nunca sufrimiento. Puesto que su sabiduría radica en que “el dolor es una posibilidad, el sufrimiento una elección”.

Experimenta emoción, pero sin sufrir  nunca “secuestro cerebral”  por ella.
Sabe ser permisivo, siguiendo el camino de menor resistencia, porque es alguien que aprendió a vivir con plenitud y ligereza.

Apreciador de la vida, buscando lo valioso, no lo que no le vale. Desaparece de la ilusión del tiempo, solo existe el presente continuamente, en una sensación de paz y serenidad, lo que activa su “sistema cerebral reticular ascendente” y transforma la atención selectiva del hombre común, en atención total.  Vive fuera del lenguaje,
no existe el lenguaje continuo en su cabeza, que provoque emociones disfuncionales...

 Vive la vida alineado con su personal propósito, siendo capaz de preguntarse en todo momento ¿Es así como piensa mi fuente? ¿Esta decisión generará un buen Karma?  Es libre de sus reacciones automáticas, libre de elegir. Pensando desde el final,
concentrándose  en lo que desea ser. Conoce la “ley de la intención”, en la que cualquier cosa sobre la que dirige su atención (sin apego) cobra fuerza en la vida
y cualquier cosa que le retiremos la atención se marchita.

Pero lo que domina a la perfección es la “ley del desapego”, porque lo que los demás suelen llamar buena suerte, el sabe que no es más que estar desapegado de los resultados, para no forzar nunca las situaciones. Esperando la conjunción entre la intención y la oportunidad.
Es un ser que vive en el “molde intacto” a los más altos niveles. Puesto que es alguien que es lo que puede ser. Lo que potencialmente es capaz de ser. Su talento singular que sirve a él y a la humanidad, su propósito en la vida que fluye con éxtasis desde lo no manifiesto a lo manifiesto, desde el reino del Infinito hasta el mundo que habitamos...
Mi Arte nunca termina de aprenderse. Un deseo intenso de rendida admiración se apodera de mí, mientras cierro un segundo los ojos deseando…
Quedarme  para siempre…Donde en su cercanía se siente la sorprendente irradiación de su voluntad interior, donde la luna aparece más luminosa y misteriosa. Lo que nos hace intuir que quizá haya un dios fuera de él  y otro dios dentro de él.
Mientras parpadeo me da la sensación de  un refulgente rayo de luz que proviene
del cielo y deshace el aroma de toda la escena en miles de destellos de colores.
Quizá haya sido una común pareidolia, pero me ha parecido ver un tigre saltar entre los destellos. Pero… no puede ser, sería solo pura asociación mental. Todo se esfuma en un santiamén. Nada queda salvo la persistencia retiniana de un brillo, ni rastro de Matsumura, ni de su forma, ni de su sombra.  Como haciéndome ver que detrás del hombre  existe la NADA . La realidad es cambiante, mutable, detrás del hombre no hay  NADA, un vacío que bulle de pura energía.  Destellos de colores que dejan un anticlímax inconfundible del espíritu heroico que he convocado con mi mente. Fue un sueño despierto. Parece que esta brecha en el tiempo  me ocurrió en un segundo, y quizá así fue, porque en los sueños no existe el tiempo. ¿Cuantas veces todo un sueño de una noche, transcurre en el lapsus de un parpadeo?  Se que sólo fue un inspirador relámpago de autorrealización. Pero ¡por todos los santos! era él…  aunque en sueño, pero era él. En ocasiones todavía creo escuchar a lo lejos el tímido rumor del viento y el suave pero poderosísimo movimiento de Matsumura al rozar con la suave brisa y la leve sacudida mioclónica de su energía segurizante…
Ha sido un sueño que hizo realidad por un momento, lo inconcebible…
Ya sabía que  los mejores sueños son los que te ocurren cuando estás despierto.
Fue un sueño que  por fin me ha aclarado las puertas del misterio. Gracias al “ojo de la mente”, que también le ayudará a usted, amable lector.

 Mas allá de lo anterior, si se trata de dar un paso más, se nos antoja sencillo adivinar que usted, ahora tendrá el poder “proactivo” de “priorizar”, que es “comenzar con el fin en mente”. Así no perderá el tiempo “reactivado” en las cosas que no son importantes.

Los colosos nunca mueren del todo y EL KARATE  TODAVIA  NO HA MUERTO.
Quieren matarlo bajo un tupido velo de  disparates, pero mientras esté en la mente de alguien, seguirá en pie, tambaleándose pero en pie.
No obstante, si permitimos que el Arte  se debilite, los espectros que acechan al auspicio de las sombras, cada vez mas alargados, se adueñarán del alma dividida del Arte en cuanto la noche caiga sobre él y se olvidará como el sudor que arrastra la lluvia. Entonces caerá con facilidad, porque hay muchas formas de caerse, pero solo una de estar en pie.  Aunque podemos evitarlo reviviendo el KARATE de épocas gloriosas, el verdadero Arte del Tigre, como fue de verdad y usarlo como punto de referencia. Pero no como una réplica perfecta, sino como la idea de asíntota, es decir, tendiendo a ella pero sin tocarla.
   La consecuencia última, en suma, será revivir el KARATE genuino, el misterioso Tegumi, como fue hace siglos, como arquetipo de innovación puntero  y como será en el futuro. Porque siempre que alguna persona lo reviva, el Arte del KARATE  seguirá vivo en el sentido más amplio del término…
Y  LATIRÁ  EN  EL  MUNDO.

“Porque el mundo está en manos de aquellos que tienen el coraje de soñar
 y de correr el riesgo de vivir sus sueños”.

Pues no estoy muy seguro de que se entienda la importancia de esta VERDAD.

Si bien es cierto, que de lo que estoy muy seguro es:
de haber convertido mi sueño en realidad, y no a la inversa.


                                                                                              Félix  Bargados


AUTOR DEL LIBRO:
 KARATE SECRETO "EL ESLABÓN PERDIDO"