“Dice la sabiduría popular que…quién
busca la felicidad no la encuentra, porque el objeto de la búsqueda es el que
busca”
Hoy más que nunca, resulta tan subterráneo como
evidente, que si bien es verdad que las personas sufrimos, no todas somos infelices,
puesto que la infelicidad sólo es una simple reacción al sufrimiento, por lo que cabe deducir que, es tan
fácil como falso que la infelicidad sea el sufrimiento mismo.
Salta a la vista que esta afirmación tiene mucho de
verdad, pero sentado lo anterior, tampoco es menos cierto que quizá no haya ninguna necesidad de
buscar la felicidad, y este argumento se reafirma bajo la obviedad de que buscarla sería como buscar a nuestros propios ojos.
Dicho lo cual, es inevitable reconocer que nuestros propios ojos son tan inherentes
a nuestra propia visión que no es dable verlos, y cuando giramos la cabeza tratando de verlos, para decirlo en términos llanos, pasamos de ser tachados de inconscientes
a ser más que tontos.
De resultas, lo que creemos que hay que hacer en este caso, es quitar
la concha protectora de tortuga y comprender las cosas un poco mejor para permitir el
afloramiento de la felicidad que estuvo siempre aquí, con nosotros, como una chispa divina de magia pura. Pero el problema es que la sociedad nos ha educado hacia la búsqueda de un tipo de felicidad que parece incompatible con el ser humano, un tipo de felicidad que no es más que un estado "invulnerable" donde nada nos dañe, y entonces, bajo esa condición, seremos felices. Pero eso es poco menos que imposible.
La verdadera felicidad, la felicidad natural es la felicidad que propone el Tao del Tai-chi.
La verdadera felicidad, la felicidad natural es la felicidad que propone el Tao del Tai-chi.
Y para entenderlo, lo primero y obligado es recordar que estamos presos de las
Leyes de la Naturaleza ,
y no olvidemos al respecto que estas Leyes son las líneas maestras de todo lo que nos
ocurre en nuestro interior y a nuestro alrededor. Le mostraré esas Leyes, y paralelamente, lo suyo es agregar que
deberíamos plantar cara a favor de ellas de las dos formas posibles: primero,
lidiando con nosotros mismos y después, lidiando con el entorno.
Lidiando con
nosotros mismos
Pasando a un ámbito de gran trascendencia, pertenecemos
a un mundo marcado por la Ley
de la inercia. Siendo claros, la realidad a la que nos referimos con esto, es que la inercia
no es una fuerza, es un proceso a favor del cual todo lo que se encuentra en el
mundo tiende a seguir continuamente hasta el infinito si no hay nada que lo
detenga. Pues bien, ligado a esta última reflexión, resta decir que, nuestro cerebro está
también sometido al proceso de la inercia a favor de los circuitos neuronales.
Los cuales, son unas redes que una vez trazadas al procesar un pensamiento cualquiera o
una conducta, echan raíces y tienden a repetirse continuamente y por siempre jamás. Por ese motivo, a las
personas nos cuesta tanto cambiar, porque en cuanto recibimos un estímulo, reaccionamos en modo ahorro, con el circuito neuronal que ya tenemos trazado de antemano en el
cerebro.
Con semejantes mimbres, a duras penas puede
sorprender que las personas no podamos cambiar. Es decir, que se nos hace casi
imposible cambiar conductas, hábitos, respuestas que nos hacen perder nuestra
felicidad.
Pero he dicho casi.
No que no se pueda.
Y aquí radica uno de los preciados valores más singulares del Tai-chi-chuan que tenemos en nuestras manos. Lo que este nos enseña, entre otras cosas, es que en el mundo todo cambia menosla Ley del cambio. Y nos enseña a
cambiar en el momento correcto (en "empuje de manos sensitivas").
Pero he dicho casi.
No que no se pueda.
Y aquí radica uno de los preciados valores más singulares del Tai-chi-chuan que tenemos en nuestras manos. Lo que este nos enseña, entre otras cosas, es que en el mundo todo cambia menos
Es verdad con todo, que si bien es lícito alimentar dudas sobre
la posibilidad de cambios conductuales y conscientes en las personas, no está de más que, en
esta línea argumental y más allá de lo anterior, no olvidemos al respecto que la
actuación de cualquier movimiento de Tai-chi-chuan viene marcada en virtud de
la frescura de un estado alerta muy significativo, que nos hace plenamente conscientes
de nuestros pensamientos.
Pues bien, argumentando en paralelo, si hay algún
punto flaco en el determinismo inercial del cerebro, para las respuestas, sobre
el que podamos aprovecharnos, es que durante una fracción muy corta entre el
estímulo y la reacción, existe una fracción de segundo, un instante en el que, milagrosamente, podemos ser libres y elegir la respuesta.
En definitiva, que si no estamos plenamente atentos, nos
perderemos ese precioso instante de no retorno, y nunca podríamos cambiar ni un
ápice de nuestro comportamiento. Pero sea verdad de una vez por todas que ese
no es el caso. Que si así se quiere, estando muy atento en plena contemplación gozaremos
de la libertad espiritual, podremos trascender la reactividad inercial y
responder de manera equilibrada, justa, templada, y si puede decirse así, ecuánime. Así es como de esta manera, cobra sentido un dicho muy común que parece fuera de toda
discusión: que “no se puede controlar el
mar, pero sí se puede gobernar el barco”.
Lidiando con
el entorno
Dejemos ahora al margen el gobierno de nosotros
mismos, porque aún admitiendo pues que tenemos un cierto control de nuestra
respuesta proactiva, nos vemos obligados a plantear ¿cómo podemos ser felices
con todas las tribulaciones buenas y malas a las que nos somete la vida?
Pues bien, me he permitido ser lo bastante audaz y silencioso
para poder escuchar la humilde voz de la naturaleza que está dentro de mí mismo, dentro de
cada uno de nosotros, dentro de la naturaleza de la vida en general; y bien, se
hace valer alguna que otra percepción muy interesante que me permitió
re-descubrir ciertos mensajes de los maestros espirituales que todos conocemos.
En tal sentido, no está de más que formule algunas
precisiones en lo que se refiere a
ciertas Leyes de la vida o la “naturaleza de la vida”, llámese como se
quiera.
Lo primero que llama nuestra atención es
que la naturaleza de la vida no es buena ni mala, simplemente es neutra. Y además, esta, está
sometida a la Ley
de la evolución. Habida cuenta de que a esta, a la vida me refiero, no le importa lo que
nosotros queramos, y en cambio, su función es dar a cada organismo lo que
necesita para evolucionar, no lo que queremos; nuestra misión, por tanto, es
algo tan sencillo como tomarnos cada problema, por gordo que este sea, en un precioso motivo para aprender.
Dicho sea de paso, cuando no somos felices, quizá de ninguna manera sea porque somos esclavos de las impertinencias externas. Sino porque simple y
llanamente, somos esclavos de la libertad. ¡¡¡Sí ha oído bien!!! Aunque suene paradójico, somos esclavos de querer hacer lo
que queramos y cuando queramos. Esa es la voluntad de la persona infeliz,
mientras que la voluntad de la “naturaleza de la vida”, es traernos la salsa del triunfo, que no es más que los desafíos que necesitamos para convertirnos en quien podamos llegar a ser.
Y así es como, si nos empeñamos en querer lo que queremos y no lo que necesitamos, la vida nos da de pleno un puñetazo
en las narices.
De modo que, no estaría de más que aceptáramos la
vida tal y como se nos presenta, y a tratar de solucionar sólo lo que depende
de mi, no lo que no puedo cambiar porque no dependa de mí. Y sobre todo, llegar
a la comprensión de los sucesos problemáticos porque "ningún mar en calma hizo experto a un marinero", teniendo en cuenta, además, que no vemos
el mundo como es, sino como somos nosotros. Y una vez tengamos la voluntad de
cuestionar nuestra forma de pensar, aprender de ellos, de los problemas, con una actuación correcta,
porque en el supuesto de que siga sin aprender del problema, la vida me volverá a presentar
el mismo susodicho una y otra vez. Pero por contra, cuando lo comprenda y aprenda de él estaré inmunizado.
Y lo que es mas importante todavía, que una vez
vindicado por el aprendizaje a estar en paz aceptando la vida tal como es,
dejaré de ser victima de tener aquello con lo que somos correspondientes y necesitamos
para volver a la felicidad del éxtasis apaciguado que pervive siempre dentro de
nosotros, y en eso incluimos también las experiencias adversas con las que lidiar para
evolucionar. Que como dijo algún sabio: "mientras vivas, sigue aprendiendo a vivir".
Se sigue de todo ello, que no en vano, el Tai-chi-chuan es sin
lugar a dudas, el gran revulsivo que nos ofrece maravillosas conductas antesala de un
cambio sustancial. Dicho con otras palabras, el imán que atrae todas las cosas buenas. En el que su prioridad se constituye en enseñarnos el no forzamiento
(wu-wei) y así fluir con las cosas que se nos presentan, a soltar las cosas que
no fluyen y que por tanto todavía no nos corresponden. Con todo, llegaremos por debajo de nuestros sesgos emocionales y mentales, a la
trascendencia de los problemas y a nuestro primigenio estado natural, el estado que
permanece indeleble en la profundidad de nosotros :
La confianza de lo que la vida me va a
traer para evolucionar, y en esto incluimos tanto las alegrías como los
sufrimientos.
El
agradecimiento
de todo lo que tenemos, y que por cierto, es la clave de toda nuestra riqueza
en lo que a sublimación del espíritu se refiere.
Así con todo, la felicidad lejos de supeditarla a logros o ambiciones...
la felicidad es el gozo natural. Gozo de azul y cielo, de sal y mar, de humedad y tierra, de hierba fresca, de suave brisa que ahoga el griterío lejano de niños jugando, interrumpido por el viento que habla secretamente.
Así con todo, la felicidad lejos de supeditarla a logros o ambiciones...
la felicidad es el gozo natural. Gozo de azul y cielo, de sal y mar, de humedad y tierra, de hierba fresca, de suave brisa que ahoga el griterío lejano de niños jugando, interrumpido por el viento que habla secretamente.
LA FELICIDAD DE SU VERDADERA NATURALEZA
A la luz de este discurso, para abrazar el fascinante
círculo que hemos abierto, en suma, cabe concluirse que las personas realizadas
y auténticas que han eliminado los lastres destructivos de su vida, claro es que, primero, no pierden el tiempo quejándose ni deseando
que las cosas sean de otra forma. Aceptan de buen agrado la vida tal y como se
presenta.
Es decir, que si llueve esta bien para ellos y si hace calor
disfrutan del mismo.
Otro indicador interesante, es que son capaces de entregarse al vértigo salvaje del ahora en el eterno presente, por lo que gozan de la libertad de la ausencia de culpa que proporciona el pasado y de la posible ansiedad del futuro. Dado que a buen seguro, la realidad quizá sea lo que menos practicamos.
Puede llamar poderosamente la atención a más de uno que, gustan del agrado de no depender de la gente, ni que
dependan de ellos. Y en base a esto, no será difícil suponer que tampoco
necesitan ser queridos por todo el mundo.
A buen seguro,
son capaces de la saludable transgresión de pequeñas normas sin importancia y ser capaces de
sentirse bien igualmente, sin ninguna carga de conciencia.
Se hace valer otra percepción, que saben dar rienda suelta al buen humor, me refiero al humor
libre del ridículo hacia otras personas.
Las cosas como fueren, evitan la agresividad de pleno, tanto en actos como del habla e
incluso de pensamiento. Por tanto, por donde quiera que pasan, no dejan rastros
de resentimiento.
Conviene subrayar, que estas personas extraordinarias no temen a los sucesos. Es un alivio reconocer que los sucesos
no están en nuestra contra. Sólo es nuestro punto de vista de las cosas el que
parece contrariarnos. Así que en vez de temer al temor de las cosas, sólo temen
las cosas.
Demos cuenta, con todo, de un dato relevante, que reconocen cual es su vocación y la
siguen fielmente, poniendo el cursor de acción en las cosas a conseguir,
pero también aprovechan las cosas que se encuentran en el camino.
En cualquier caso, saben que al igual que una espada debe ser agarrada por la empuñadura que defiende y no por el filo que hiere, todas las cosas también tienen dos agarraderas, una por la que
se puede coger y otra por la que no. Así que cuando alguien hace algo que no
parece bien, recuerda siempre que el otro tiene su punto de vista, y que es la
persona que tiene un punto de vista equivocado es la que sale siempre decepcionada.
Habida cuenta de que ceden sólo al convencimiento de las cosas que son verdaderamente
ciertas, y así no construyen interpretaciones fundamentadas en
deformaciones que son fruto de etiquetar con denominación incorrecta a las
cosas.
Una cierta querencia les lleva a pensar que comoquiera que todas las personas, a parte de originales, especiales e irrepetibles, son también extraordinariamente
preclaras, por tanto tienen algo que ofrecernos, así que emulan las
mejores características de cada persona.
Cabe destacar el dato, de que conocen la Ley
del desapego y de la gratitud. Es decir, que nada puede sernos arrebatado
porque, en verdad, nada es nuestro, y cuando perdemos algo sabemos que en
realidad no lo hemos perdido, sino que ha regresado al lugar del que vino. Pero, mientras lo tenemos mejor expresemos la gratitud por tener lo que no nos pertenece.
Como no podría ser de otro modo, no necesitan hacer las cosas perfectas,
ni lo mejor posible. Simplemente las hacen, y en todas las cosas que hacen
sacan lo mejor de si mismos y ponen la mejor cara, armonizando así con la
naturaleza de la vida.
Es sin duda muy significativo, que no necesitan compararse con nadie. Y tampoco tienen miedo a
críticas ni insultos. Así en vez de justificarse o defenderse dejan que sus
actos hablen por ellos, porque en realidad no podemos controlar lo que los
demás piensen de nosotros.
Uno de los aspectos más llamativos, es que saben discernir que tanto el deseo
de lo que queremos como la aversión de lo que no queremos de las cosas que
están fuera de nuestro control, reclaman nuestro esfuerzo en detrimento de las
cosas de las que tenemos deseo y/o aversión y que están dentro de nuestro
control.
Demos cuenta, con todo, de que saben que la vida no está interesada en nuestro bienestar subjetivo, sino
en que aprendamos lecciones colocándonos para ello, fuera del área de confort,
frente a retos y desafíos, desarrollando así el increible potencial humano frente a la
adversidad.
Conviene subrayar, que se quieren a si mismos y en consecuencia, comen bien, hacen
ejercicio y rehusan experimentar
malestares que inmovilizan a tanta gente. Siempre dan lo mejor de si mismos
por muy enemiga que sea la situación.
Se hace valer otra percepción, que tampoco andan por ahí espetando a la gente sobre lo mal que se
sienten, ni contando chismes de nadie, ni pensando que nadie les quiere
perjudicar, ni empozoñando su mente alimentando dragones. Y esto es quizá, porque
conocen o intuyen la Ley
de la intención, en la que cualquier cosa sobre la que dirigimos la atención
cobra fuerza en la vida. Y cualquier cosa que le retiramos la atención, pierde
fuerza y se marchita.
Todo lo anterior es el viento fresco que barre confusiones y explica con claridad meridiana lo
que sabemos desde este momento a partir de estas constataciones. Que a tono
general, las personas magistrales que han roto aguas a favor del verdadero Tao
del Tai-chi-chuan de raigambre; en un terreno más espiritual que trasciende
fronteras, si cabe, son gente bienaventurada,
abismados en el goce de un alto nivel de energía vital (chi) de altos vuelos, con la ventura de
llevar a un horizonte de bonanza, la buena luz de un placentero sol de esplendorosa
felicidad en el rostro. Un sol que brilla incluso detrás de las nubes
irradiando bondad a los demás, sublimando el espíritu y dando a los demás todo lo bueno que se quiere para uno
mismo.
Es por tanto,
del todo evidente que, estamos ante gratas personas que viven confidencialmente en un verdadero
paraíso interno, cuyo digno pórtico es la cálida esperanza de una nueva y brillante aurora,
y cuyos amplios ventanales la bondadosa calma de una refrescante y tranquila noche de primavera.
FÉLIX BARGADOS
FÉLIX BARGADOS