ESPACIO PARA LA CALMA ( secretos del Tai-Chi).

SECRETOS DEL TAI-CHI

   ESPACIO PARA LA CALMA

Félix Bargados.
Autor: Félix Bargados

“La culpa de tropezar no la tiene el pie”

¿Necesita explicación esta obviedad?
Igual un poco si.
Pues bien, lo haré aunque no me gusta ser yo mismo quien tenga que dar a entender que, si un artista marcial no sabe porqué tropieza el pie, es como el paciente que preguntaba a su doctor:
-Doctorno se lo que me pasa.
-Si no sabe lo que le pasa, tómese estas pastillas supositorias que no se para que son.

Pero no tema, no voy a recetar un escrito parecido a una pastilla supositorio. Mis intenciones son menos dramáticas. Y de entre ellas, mi intención más provechosa, será adentrarle en las vías interiores de un secreto práctico muy apreciado por los maestros del Tai-chi y de todos los artes marciales. Pero antes vamos a detenernos en el interesante mirador de algunas cuestiones angulares que contextualizaran bien el asunto. Puesto que es necesario sembrar antes de cosechar.
Así que para comenzar, si es eso cierto que no sabe porque la culpa de tropezar no la tiene el pie, se lo explico yo.
Porque el pie tropieza a causa del estado mental.
Esto es como la flecha lanzada.
Al igual que la culpa de la flecha la tiene el indio, la culpa del fallo en la respuesta corporal fina, la tiene la mente. Y es que, el mono loco de la vida interior agitada en multitarea, supervisando constantemente el exterior y a veces el interior, a todo y a nada, palpita constantemente en el ojo nervioso de ardilla con  una “atención parcial” de la realidad, denominado “red del modo por defecto”, y por defecto entiéndase, defecto de “atención plena”.
Comoquiera que el estado habitual de la mente es la dispersión hacia la yuxtaposición de los estímulos más placenteros del momento, su estado habitual y esto lo se porque mi mente es la medida de su mente es serruchar constantemente con pensamientos erráticos del tipo

Hombre pensando.
¿Qué debo hacer ahora?
¿Qué va después de esto?
¿Qué pensara este de lo que digo?
Para ser más exactos y penetrantes, nuestra cabeza siempre está llena a rebosar de  pensamientos que se autogeneran como se autogenera el colesterol o la orina. De modo que “no pensamos”, “somos pensados”, como si nuestra naturaleza fuese nuestro generador de pensamientos. Y esto funciona así en base a:

La inercia.- Se tiende a pensar lo mismo que se ha pensado una vez.
Cuando nos preocupamos por algo, tendemos a mantener la inercia de esa preocupación.

El anclaje.- Se tiende a pensar sobre lo que estamos acostumbrados.
Nuestro cerebro reproduce los pensamientos que han creado un circuito neuronal en su interior. Y además solemos hacerlo en las mismas situaciones.

La asociación.- Se tiende a pensar lo que nos recuerda a otra cosa.
Valga como ejemplo que, un simple olor conocido despierta en nosotros el mismo pensamiento asociado.

Las alertas.- Se tiende a la sobrecarga atencional, pensando  sobre los estímulos más llamativos del momento.
¿Quién puede resistirse a un televisor encendido y a pensar sobre lo que hemos oído en el?

En síntesis, el cerebro ordinario aprende mecanismos repetitivos, ahorrando así la energía de la atención y no necesitando tener la conciencia despierta.
En sentido paralelo, el cuerpo realiza movimientos automáticos y la mente suele ir por otro lado rumiando otros asuntos. Pero esa mente rumiadora actúa como un lastre sobre el cuerpo. Al igual que la inconsciente chica llevada en brazos del marido, dice:
-No te quejes cariño, que la que lleva la maleta soy yo

Y para más inri, pensar en detrimento de ser consciente, es una actividad que autogenera imposibilidad de no pensar, llegando a no suponer esfuerzo pensar y el esfuerzo en realidad es no pensar.
Es decir que, no pensar es en realidad un acto esforzado.
Si. Ha oído bien. Pensar erráticamente se acepta inconscientemente con alegría porque somos criaturas de hábitos gustosos de la “zona de confort” y que tendemos a la vía de menor esfuerzo. No pensar o pensar centrado es lo que nos cuesta más trabajo.
Esto es porque nuestro organismo es un organismo actual que funciona como en una criatura del pleistoceno. Hemos despegado los nudillos del suelo, pero somos biológicamente como un cavernícola vestidos de Hugo Boss.

Hombre de las cavernas.
A saber que, la vida erizada de peligros, de un hombre de las cavernas necesitaba un estado de constante alerta, a todo y a nada. Un estado disperso que alerte sobre cualquier fiera que amenazase la  supervivencia del troglodita. El caso es que ahora eso se ha tornado innecesario, porque aunque no es necesario salir de caza, y menos mal, porque no tenemos ni idea de donde vienen las hamburguesas, lo cierto es que, sin traspasar siquiera las puertas de nuestras casas, seguimos manteniendo un crudo comportamiento subhumano bruto, y cualquier pensamiento o amenaza de nuestro ego, genera tanta adrenalina y se toma por tan peligroso como un tigre dientes de sable atacando. Todo por el simple hecho de que la evolución no ha tenido todavía tiempo de cambiarlos. Es lógico.
Todo esto no parece deseable, pero no sólo lo deseable es verdad. A veces es verdad lo lógico.
La evolución natural no es capaz de seguir ni de cerca, la aventurada velocidad de evolución tecnológica y social actual.
Es lo que hay.

En paralelo con lo que se acaba de decir, he de añadir que, todo el día somos presa de pensamientos vagabundos. De pensamientos automáticos, que además son activados por el sistema hormonal, llamando a la puerta del cerebro, pidiendo el mismo pensamiento que, vía emoción asociada a todo pensamiento, genera la secreción hormonal que desea la adicción del propio cuerpo.
¿Dónde está entonces nuestra libertad de pensamiento?
Ahora somos más conscientes que nunca, de que quizá estemos más presos de lo que creemos en la cárcel de nuestro pensamiento inercial, bajo la atenta vigilancia de la tiranía de los estímulos.
 Y por otro lado, que esta sobrecarga de todos los circuitos sea invisible a la vista, no significa que no sea dañina.
Porque es evidente que, no sólo lo visible es lo dañino.

En términos más prácticos para nosotros los guerreros del arte de la suavidad, debemos añadir que, el Tai-chi-chuan necesita una mente que lo refleje todo sin distorsión y no atrape nada, a fin de evitar los microretrasos que se producen cuando la mente al saltar de un punto a otro se produce el sutil entrecortado del movimiento el “fenómeno diferido”. Pero si ese error es grave, no lo es menos el que se produce al cruzar el dintel del desafío hermoso de la sensibilidad humana más sublime, propuesto en el ingenioso Tui-shou, con el impedimento de la triste imposibilidad de una mente que sólo puede alumbrar a una extremidad por vez.
En definitiva, que abrillantar una mente en su pureza primordial, que lo refleje todo y no atrape nada, es el sólido cimiento sobre el que podemos empezar a edificar, en la rica parcela propia del Tai-chi-chuan, o incluso, en otro solar de cualquier arte marcial no menos rico.
Ahora bien, necesitamos práctica para recuperar esa mente impoluta que atesorábamos siendo niños virginales. Esa mente expansiva que amplía espacios interiores, consolida mares de consciencia, ralentizaba el reloj del tiempo y fomenta que el río de la vida transcurra felizmente, con lentitud de alta resolución.

Hay sin embargo, razones para sospechar, que muchos piensan como el padre que respondía a su hijo a la pregunta:

Padre conversando con su hijo.
-Papa, podré salir algún día a jugar.
-¿Jugar??? hijo, por favor, no seas infantil.

Pues ha de tener en cuenta que, siempre conviene albergar como un tesoro, al niño que hemos sido en nuestro interior. Pero cuando nuestras regias preocupaciones de adultos toman por asalto el cerebro, incomprendiendo al niño interior y llenando de monstruos su mente limpia, tomamos rumbo hacia la cavernaria filosofía del primitivo proverbio neandertal: “destruye aquello que no comprendas”.

Puede que todos seamos conscientes de esto que acabo de mencionar por una boca que no es mía, no lo dudo, pero entonces hay otro cortafuegos que se deja oír, el de que, no tenemos tiempo.
 ¿No tenemos tiempo?
No tener tiempo.
Afirmamos eso, incluso cuando sabemos que todo momento es oportunidad, y lo que menos falta es tiempo, sino prioridades bien elegidas.
Somos seres de prioridades.
Lo único es que a veces esas prioridades no las elegimos bien, porque no diferenciamos lo que queremos de lo que necesitamos.
Quizá lo que queremos decir cuando afirmamos que no tenemos tiempo, es queno es mi prioridad.
O simplemente, que no podemos enfrentarnos a ese reto. Aún cuando sabemos que lo necesitamos. Porque no es un reto pequeño, sino grande. Y es que sabemos que todo el mundo puede practicar media hora de meditación un día, o dos, o incluso tres.
Pero ¿es eso sostenible?
Creo que no, y a la experiencia me remito. Una simple mirada al interior propio, y se intuye a las personas por todos lados, como los monos, “andando por las ramas” o “viviendo en los laureles” sin encarar el asunto. Y poniéndose a otras cuestiones como puede ser aprender movimientos superfluos, o cosas por el estilo sin afrontar el asunto. Le ocurría esto mismo al galgo de Lucas, que cada vez que debía salir a por la liebre, se ponía a mear.
perro.
En el caso de las personas, que es lo que nos ocupa, el procastinador se oculta y avanza con dos patas que van de la mano de una misma máscara :

Máscara perfeccionista.- Es el que no se enfrenta a la situación hasta que pueda hacerlo perfecto. O sea, nunca porque todo el que delibera persistentemente antes de dar el primer paso, corren el peligro de pasarse toda la vida sobre una pierna.

Máscara hedonista.- Es el típico que se centra en lo que pueda producirle placer inmediato, en vez de lo que debe hacer. Dejándose engañar por la estulticia del embalaje que envuelve con lucidas apariencias sosas y sin profundidad.

Sabemos porqué ocurre. Y sabemos porqué no es sostenible. Y sabemos como hacerlo sostenible sencillo y también fácil.
Es bueno saber estas cosas para enfocar luminosamente el asunto
Los cavernícolas, y también las personas, tenemos un sistema de lucha-huida que reside en la amígdala cerebral.
Cuando un reto es excesivamente exigente y no se puede sostener, se opta por el reflejo de la amígdala que concluye en la huida.
De modo que ¡¡¡ATENCIÓN!!! los orientales han inventado un venerable método para ·”hacerlo fácil”, para no irritar la amígdala y no provocar la activación del sistema lucha-huida. Se denomina  Kaizen, y hace maravillas al tratar sobre como enfrentarse a todas las cosas de manera delicadamente gradual y muy constante en suavidad. En pautas mínimas, tan mínimas que pueden parecer ridículas pero muy, muy efectivas. Es decir, se trata de avanzar en pasos de bebé, muy, muy pequeños tal y como la lluvia y el sol obra con las plantas. Porque como es bien sabido, un hombre no puede hacer cosas muy grandes en el mundo, tan sólo puede hacer pequeñas cosas con mucho interés.
Y este sistema fácil que le llevará 6 segundos, es un diseño extraido, con mucho interés, de métodos amplios y complejos.
Es tan sencillo como fácil.
Nada necesita ser complejo y difícil para que sea efectivo.
El prejuicio de mucha gente se pasan por el arco del triunfo es el de la técnica compleja y difícil, en contra de la sencilla y fácil. Esto es porque las contradicciones nos parecen una atrocidad, mientras que la coherencia es más creíble. Resulta más coherente que haya que esforzarse mucho para conseguir algo, que lo contrario. Y por eso solemos ser victimas del sesgo que nos enseña los dientes en un rincón de nuestro cerebro, denominado “justificación del esfuerzo”, por el que se cree erroneamente que lo fácil y sencillo no puede estar bien.
En un restaurante, un comensal le dice a otro:
-Oiga ¿no se da cuenta que está leyendo el periódico al revés?
-Por supuesto ¿Le parece fácil o que?

Debido a que hay que esforzarse para conseguir las cosas, otros muchos optan por la utopía, como nos hizo ver un pobre indigente: “estamos hartos de soluciones, querremos esperanzas”. Y es así como los valles de la estupidez, se alimentan del extravío de lo esforzado o de lo utópico.
Pero aquí lejos de hablar del mundo del esfuerzo o de la vida color de rosa, vamos a mostrar, a niveles inéditos, como se enciende la calmada luz interior de manera fácil y sencilla. O sea, con fácil sencillez.
Y como hablar no cuece el arroz, demos rienda suelta al meditar de la calmada luz interior.
¡Silencio! Ya va siendo hora, se apagan las luces, se levanta el telón del misterio interior mientras desplegamos las alas:

Se levanta el telón.

               MEDITACION  DE  CALIDAD  EN  6  SEGUNDOS

El entrenamiento que te propongo es el denominado:

                          “UN ESPACIO PARA LA CALMA

Inopinadamente y con naturalidad, mientras tranquilamente esté realizando sus labores consuetudinarias, impromptu; es decir, como esté su cuerpo y su mente en, pongamos por caso, este momento
-Quédese totalmente quieto, con la quietud silenciosa de una fotografía. Sin movimiento alguno. En un remanso de quietud absoluta, como quien se alza inmóvil en medio del movimiento del mundo.

-Durante el primer segundo, viajando de arriba abajo con un suspiro interior, inaudible y muy profundo, derrita el cuerpo en una suave corriente de total relax que afloja el cuerpo.

-Durante el segundo posterior, hay que distanciarse de la mente, deslizando la sensación de mente al asiento firme del cuerpo para que no se disperse, y seduciéndola con  un punto inmaterial que corresponde con el centro de gravedad, que denominamos Dan-tien. Y da lo mismo que no sepa donde está exactamente ese punto, porque será igualmente eficaz.

-Durante el tercer segundo expanda la mente y los sentidos con plenitud, a todo el espacio circundante en una fresca experiencia real, despejado en todas direcciones. Ampliando la esfera del mundo.
Abierto a todo, y apegado a nada.
No aferrando nada, no rechazando nada, recibiendo pero no conservando.
Y recuerde que, la finalidad no es alcanzar un estado de trance ajeno al mundo, sino alcanzar la presencia mental en la realidad.
Hombre meditando.
Esto le ha tomado tres segundos.
 -Los tres segundos restantes quédese quieto sin nada que hacer capturando la sensación e impregnándose de ella dentro de un margen de bienestar.

Ya está completado el entrenamiento. Tómeselo como un regalo para toda la vida.
Pequeños entrenamientos como este durante el día, y cada día, levantan otro mundo en nosotros, y a muchos efectos, son el amanecer de un gran cambio.
Tan sólo necesita amar lo que hace para sumergirlo en el marco de su propia vida, intersectado en situaciones cotidianas.
Un entrenamiento para dar luz a la flamante conciencia humana.
Por cierto, la conciencia humana es la piedra angular que ha diseñado la naturaleza para un propósito. Dicho propósito es, la penetración psicológica propia a través de la mirada interior, y la comparación de nuestra vida interior con la vida interior de los demás, para poner un pie en el mundo de lo que piensan y sienten los demás. Para ponernos en lugar del otro, y así aprender a manejar lozanos, la confianza, la reciprocidad, la simpatía, la compasión

Más allá de la falta de consciencia, por el contrario, se abre un abismo que hace que nos matemos en las guerras ¿Cómo es posible? Muy fácil, el entrenamiento “alexitímico” del ejército basado en la humillación, la obediencia extrema y el auto-desprecio, hace perder la noción del “yo”, desde el cual se debería sentir el “yo” de los demás, en un mundo ahora áspero y ajeno.
También el entrenamiento de los doctores, protegidos de las consecuencias humanas y de los errores en público, hace que vean sometidos al señorío de las patologías, en vez de empatizar con personas que sufren.
Ni que decir tiene la política y la economía, en una sociedad que ha hecho del dinero su único criterio moral. La indiferencia ante los desastres naturales o provocados y todas tapaderas institucionales y tragedias humanas.

Pero no estoy vendiendo un mundo patético, tan sólo propongo cultivar la conciencia que nos hace humanos. Practicar con el ejercicio antedicho y con el Tai-chi-chuan en general, nos hace sentir en la iluminada mansión de la consciencia interior.

Sobra decir que, hay que actuar desde la calma, y cuando los movimientos estimulen el cuerpo, la mente debe permanecer tranquila bajo nuestra atenta mirada interior. En este “movimiento en la quietud”, permita que su cuerpo realice las técnicas pero no las haga.
Entonces su cuerpo se experimentará como un líquido elemento que fluirá con gran fruición. Desaparecerá entonces la división entre persona y Tai-chi-chuan.
Es por eso que se opina que, el corazón del Tai-chi-chuan es un santuario de meditación en movimiento.

En cuanto al movimiento, cada movimiento, uno tras otro, se moverá sólo, como una celebración mística de lo liviano e incorpóreo.
Celebración tras celebración.
Como una flauta a través de cuyo corazón, la resonancia de las acciones se transforma en bella música que canta su melodía por un día más.

La técnica encarnada brillará en todo su esplendor desde su origen en el vacío del TAO, interior y absoluto. No un vacío de ausencia de lago, sino de presencia de infinito.
Más allá del goce estético, andará siempre espontáneo por el camino triunfante de ser como el flujo de la corriente de agua. Y recrear el arte del Tai-chi-chuan será  a partir de ahora, esa seducción de excepcional deleite, tan fresca como el arroyo de montaña y su borboteo.

Arroyo de montaña.

Para, a la postre, transformarse en un majestuoso río de consciencia que fluye libre hacia el mar de infinitos espacios abiertos.
Sin ese valioso caudal de espontaneidad meditativa, el Tai-chi-chuan no tendría ningún valor, porque no me sería posible integrar todas las ricas experiencias en esta sensación monumental que tratamos de expresar, y que denominamos en Tai-chi-chuan
“el máximo supremo”.
Por último, le aliento a que vaya floreciendo hasta vivir en hermosa placidez con esa imperturbable sensación de sosiego, que siempre que se reafirma en que cada momento. Algo maravilloso, porque cada momento es un nuevo milagro. Cada momento es tan misterioso como la primera flor de la primavera.
Primera flor de primavera.
Artículo Original de FELIX BARGADOS.
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