El TAI-CHI perfecto ES ENEMIGO DEL bueno.

El TAI-CHI perfecto ES ENEMIGO DEL bueno

FELIX BARGADOS

“Lo perfecto es enemigo de lo bueno”
Y… el TAI-CHI es bueno, pero no perfecto.

Ha sido ampliamente demostrado, aunque a menudo se olvida que, la Tierra no gira perfecta, el  “Todo natural” hace que gire de buena manera. O así lo entiendo yo.

Es cosa de todos advertida que, nadie respiramos perfecto. Como no puede ser de otro modo, el “Todo natural” hace que respiremos en sensación extraordinaria de bienestar, de buena manera.

No es difícil reconocer la obviedad de que, no hacemos la digestión perfecta, el “Todo natural” hace que la digestión se haga en euforia celular, de buena manera.

Y la buena manera que hemos querido expresar, es la manera que no se nota. Como la ropa que está bien ajustada, que es la ropa que no se nota.
Libre de esfuerzos.

Pero en cambio, en no pocos casos pensamos esforzadamente en hacer las cosas demasiado impecablemente, y eso nos lleva al bloqueo en la acción, por temor a la imperfección, porque en el fondo, sabemos que queremos ser perfectos.
Y es que, la mente no juega al mismo juego que el resto del mundo natural. Esta se muestra refractaria a ser del mundo imperfecto regido por “pautas orgánicas”. Se niega a la imperfección. Se niega incluso para realizar tal o cual movimiento de TAI-CHI-CHUAN de una manera natural. Prefiere el paseo triunfal de una manera perfecta, a la humilde y natural, y para ello gusta de colocar la diana en el agujero del dardo creado en primer lugar. Teniendo en cuenta que la diana es una postura de una forma del TAI-CHI-CHUAN, y el agujero es la situación natural (de encuentro de manos con un oponente) que daría pie a tal postura y que por tanto gustaría de ligeras adaptaciones, que dan pie a movimientos imperfectamente cartesianos pero naturalmente excelentes.
En este sentido, cuando le afirmaron a un estudiante de cierto sistema, que del mismo modo que estamos explicando, trataba de insertar lo ficticio en lo real: -¡¡¡Eh!!! su sistema no tiene nada que ver con la realidad. El respondió desesperadamente: -¡¡¡Peor para la realidad!!!
Hasta esos perfectos tontos límites podemos llegar, y es cosa que, lo que gusta a un tonto no debe ser cosa muy cuerda. Y aún más, si a él, al tonto le gusta, el placer ha sido sólo suyo.
Todo esto sin contar que, otras veces la mente se enreda morbosamente con pensamientos en contra de uno mismo.
Y por otro lado, siempre nos inmiscuimos en nuestros pensamientos como si nos identificásemos con ellos, volcados sobre nosotros mismos en esos pensamientos, revolcándonos en ellos, bajo la tiranía y dictadura de su poder. Este es el motivo, de la plaga tan común de ciertos trastornos del pensamiento y de la infra-salud.
YINGYANG

Ahora bien, el TAI-CHI-CHUAN que siempre nos abre los ojos internos a horizontes amplios y cielos abiertos, nos revela su luminosa solución tan natural como efectiva.
Hasta lo que yo se, creo que se podría formular así:
¿No debería aligerarme por completo, permitiendo que el “Todo natural” piense a través de mí, sin identificarme bajo la tiranía de los pensamientos?
¿No debería permitir la sublime entrega de que el “Todo natural” realice el TAI-CHI-CHUAN a través mío y no construir movimientos en los que encarcelarme?

Me explicaré:
Creo saber que, al común de los mortales nos gusta llenar la mente pensando lo que hacemos, hacer bajo cavilación, o caso contrario, hacer mientras la mente está en otro lado. Todo ese hacer, es en detrimento de la vía del medio. O sea, hacer las cosas en contemplación serena, abandonándonos a la limpia libertad de hacer las cosas sin por un lado, interferir con el pensamiento; ni por el otro, estar dispersos por el.

Pero ligado a la última reflexión, hay que preguntar otra cosa:
¿Como se compagina el contemplar sin pensamiento, con seguir patrones técnicos de un arte marcial supremo como es el TAI-CHI-CHUAN?
Que no es más que plantearse por la actitud correcta de la mente durante la ejecución del TAI-CHI-CHUAN.
Esto se hace bajo la sutil directriz del “piloto automático” de la “mente intención”, como un leve cursor, en movimiento sereno, que se desliza en plácida serenidad dentro del mágico continuo néctar de libertad adaptativa, y no ceñida a un molde perfecto como todo hombre común pretende que sean las posturas del TAI-CHI-CHUAN.
Evitando por un lado, hacerse sombra uno mismo, preocupadamente desde la impronta de un imitador de posturas, encorsetado en plantillas de movimiento de perfección neurótica.
Ni tampoco dejarse llevar por la inercia de un molde esquemático y postural que el cuerpo ha aprendido de memoria, mientras la mente se va de vacaciones.

Y llegados a este punto, debo advertir que, es casi imposible atravesar un gentío portando la antorcha de la Verdad sin chamuscar a alguien las barbas.

Digo esto porque muchos se sentirían fuera del terreno seguro pensando que el TAI-CHI-CHUAN no es algo fijo (TSE), esquemático, enlatado en una “teoría de metas externas”, y que sus movimientos se realizan siempre en salmodia geométrica perfecta e inmutable, en un “envoltorio ingenioso”. Como por ejemplo colocar la mano a la altura del plexo solar con un ángulo del brazo de 45º, bla, bla, bla, etc…Encorsetados en una realidad de pandereta, limitada a un patrón de miras estrechas, como el que se sienta en el fondo del pozo a contemplar el cielo.

Pero lo cierto es que el horizonte está sólo en nuestros ojos, no en la realidad. Y la naturalidad del sistema, propia del más puro TAOISMO que abre las puertas a la idea genuina de que el mundo, posee la tierna simpatía de un cielo abierto y libre dentro del amplio “orden sin orden” (LI). Baste pensar en las vetas de la madera, los dibujos del mármol o cualquier estructura natural. Hay un orden sencillo e ingenuo todo ello, pero un orden relativo de horizontes infinitos. Un orden que no es siempre igual. Un supra-orden que nos sitúa, si lo permitimos, en una zona de confort de amplia belleza natural maravillosa, aunque imperfecta.
Esto es porque la naturaleza renuncia al esquema fijo en perfección geométrica. Más bien al contrario, se adapta espontáneamente,  flotando libremente con las circunstancias para armonizar con ellas; y en el trance de esa armonía surgen las agradables imperfecciones naturales dentro de un cierto orden.

Del mismo modo, un movimiento de TAI-CHI-CHUAN, es siempre un movimiento para la felicidad, que cumple los principios de la naturaleza. Del “Todo natural”, o sea, del TAO:
No forzamiento para actuar a favor de las cosas.
Espontaneidad que no duda, no vacila al actuar.
Continuo cambio implacable en adaptación a las circunstancias.
Capacidad de ser un modelo sin tallar, con potencialidad de ser cualquier cosa dentro de lo naturalmente posible.
Funcionamiento en unidad como un organismo que nunca tiene partes diferenciadas.
La semejanza con un vacío fresco y despejado como telón de fondo, vacío de pensamientos molestos, de deseos aferrantes, de tensiones.

Un movimiento de TAI-CHI-CHUAN cumple con esos principios, o más bien deberíamos decir, “ES esos principios”, pero gozando de variar con libertad, de altura de las técnicas, de profundidad del movimiento o de cualquier dimensión espacial. Y… menos mal que se nos permite esa sana libertad. Rindiendo el esquema fijo, a lo natural que posee deseables imperfecciones dentro de un cierto orden. Rindiéndose a lo espontáneo que se adapta sin salirse de las principios relativas que hemos enumerado.
De modo que, para ser claro como el agua…:
En una forma de TAI-CHI-CHUAN, hay que moverse de una cierta forma, pero con una cierta libertad.
Y esto nos lleva a inferir que hay que diferenciar lo que es importante y por tanto no cambia, de lo que es fútil y puede cambiar.
En definitiva…
Los principios internos no cambian.
Las superficialidades externas como puede ser posición de una mano en el espacio o cosas por el estilo, pueden cambiar hasta cierto punto.

NATURALEZA

La sabiduría que se extrae de todo esto, es comprender que mientras no cambien sus principios internos, ciertos cambios sutiles sobre la ubicación postural son posibles…
O mejor dicho, son deseables.
E incluso debemos decir que, SON NECESARIOS.
Puesto que cada movimiento, cada postura del TAI-CHI-CHUAN a realizar es siempre nueva, recién hecha, limpia, porque depende de la ubicación de un oponente imaginario o real, que cambia constantemente.
En cambio, si no hubiese oponente que cambia, ni “sensación de oponente”, no habría armonía que practicar con nadie.
Pero como lo que deseamos es adquirir por vía de hecho, la extraordinaria armonía Universal, necesito armonizar con alguien, sea imaginario o real.
Y al armonizar, la precisión del movimiento de cualquier postura o técnica del TAI-CHI-CHUAN cambia ligeramente.

En definitiva, no se puede ser independiente para practicar TAI-CHI-CHUAN, como tampoco lo es para practicar la vida misma. Hay que armonizar con un oponente real o imaginario. Es improcedente actuar como pretendía un  teniente del ejercito, que llamando a parte a un soldado indisciplinado y le dice: “tu que no aprovechas la vida en el ejército, cómprate un cañón y hazte independiente” 

No se puede ser independiente ni en TAI-CHI ni en la vida.
Se necesita flotar en el mundo formando parte de él y de los demás.
Y para armonizar con los demás debo ser adaptativo, no fijo.
Es imprescindible conocer la libertad que nos quiere enseñar el TAO del TAI-CHI-CHUAN porque aunque nuestra mente que comprende por esquemas de perfección, forma parte del mundo natural, esta no juega con los mismos principios que el mundo, que siempre son más evasivos. Nuestra mente funciona en base al idealismo de perfección, y este  nos lleva a considerar el Universo más incierto, como algo separado de nosotros, y en esa impostura, lo suyo es querer dominar, controlar, etiquetar, encorsetar, con nuestra mente el mundo, tratando de realizar:
Movimientos rígidos por el forzamiento de querer ser hermosos.
Movimientos bloqueados por evitar los feos.
Y todo esto  ha demostrado ser un factor de peso en la patogénesis de la llamada “superficialitis”. Y  podríamos incluso justificar a nivel consciente que eso no es así, que no buscamos “superficialitis exhibicionista”,  ni tampoco la “superficialitis competitiva” de evitar ser menos que los demás, ni la “superficialitis perfeccionista” de que la perfección no es lo nuestro. Pero si verdaderamente no se ha cambiado en el interior del propio alma, a la mínima nos saldrá la contradicción por todos los poros. Como el que decía: No sólo no creo en los fantasmas, sino que ni siquiera me asusto de ellos.
Pero cuando la bella práctica del TAI-CHI-CHUAN nos ha transformado, lo suyo es permitir el supremo flujo “cambiante”, en una sensación extraordinaria de bienestar y una sublime serenidad a toda prueba.
Saborear y gozar del movimiento limpio y luminoso que discurre delicado como el agua, sin esfuerzo físico y sin obligaciones mentales, con la misma imperturbable calma, donde no hay un punto preciso para ninguna cosa, no hay una manera de hacer la misma cosa exactamente igual dos veces, aunque sea una FORMA. Como tampoco es posible bañarse dos veces en el mismo río.
RIO
               
                           Artículo Original de Félix Bargados.
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