EL DESPERTAR DEL KARATE SECRETO.

EL 
DESPERTAR 
DEL
KARATE SECRETO
                                             
                                             
Felix Bargados.


“La consciencia es la luz clara del corazón en las tinieblas”

La vida del hombre corriente se esfuma pensando cosas, mientras hace otras cosas.
Pero lo peor es que, el hombre común suele pasar por la vida montado a lomos del inconsciente sin ni siquiera saber qué es.
Se cuenta que un psiquiatra despide a la paciente:
-Bueno señora, el próximo día trabajaremos con el inconsciente.
Y ella responde
-¡¡¡Ay no, no creo que mi marido pueda venir!!!

El inconsciente está en nosotros, inconsciente incluso de ser inconsciente.
Porque si el cristal de la ventana es oscuro, uno no puede ver nada con claridad.
Ese cristal oscuro de la inconsciencia hace que, por ejemplo, el hombre trabaje mientras piensa en descansar.
Descanse mientras piensa en trabajar.
Realice un Kata mientras piensa como se hace el Kata.
O incluso, puede que una vocecita interior le vaya susurrando, muévete a la derecha, defiende. Ahora a la izquierda . Ataca.
Todo lo dicho anula la fresca consciencia y nos torna en unos dormidos despiertos.

En los artes marciales de altura, se recomienda ser puro como la flor de loto.
La flor de loto nace del barro pero no se ensucia nunca con él. De hecho ni siquiera la toca.
La flor de loto recibe el agua de lluvia y su pátina la deja resbalar por los pétalos, sin que ni siquiera la toquen.
La flor de loto se mantiene ante las tribulaciones, con una pureza diamantina.
De igual modo, la mente debería no ser tocada por los estigmas del pensamiento ni del sentimiento.
Es denominada entonces no-mente, que no es lo mismo que no tener mente.
No-mente es la percepción clara y viva que da pie a la fluidez, la continuidad, el cambio, la no-resistencia… y que anima a todos los artes marciales de alta alcurnia, y  también al KARATE.
La mente en KARATE debería estar pura, libre del apego a la polvareda de pensamientos o sentimientos.
Pura como un espejo.
Un espejo que lo refleja todo y no atrapa nada.
El espejo refleja TODO lo que pasa frente a él.
Pero cuando el objeto en cuestión se aleja no necesita seguir reflejándolo.
No quedan marcas ni huellas en el espejo.
La mente-espejo no necesita reflejar nada.


El artista marcial, vive sonámbulo entre el deseo y el temor de despertar. Así, es frecuente percibir como el artista marcial y el hombre en general, permanece dormido en sus pensamientos, durante el MOKUZO (meditación al principio de una sesión) y durante el TEGUMI (encuentro de manos pegajosas) o en cualquier situación.
Es más, todos estamos dormidos mientras caemos en los brazos de Morfeo, y también estamos medio-dormidos cuando estamos despiertos.
Quiero decir con esto que el estado de vigilia es sumamente frágil.

Nuestro pensamiento nos deja tocados con cierto descenso del rendimiento en KARATE. Cuando sabemos las técnicas de memoria, funcionamos como un autómata que piensa otras cosas. Cuando intentamos aprender algo, funcionamos estresados pensando, cavilando, como una máquina registradora
La inconsciencia continua supone que, cada una de las tres facultades del hombre: acción, pensamiento, sentimiento va en una dirección diferente, haciendo lo que haya que hacer mientras pienso en hacer otra cosa y siento que no me gusta estar ahí. Y así perdemos el equilibrio interno.
El equilibrio espiritual.
 Del mismo modo, todo sufrimiento en la vida se desarrolla en un escenario marcado por el imperio del pensamiento que nos torna en un agobiante estado inconsciente.

Ahora bien, las buenas noticias son que, cuanto más conscientes nos volvemos más traumas internos se curan y más se afianza la salud de la persona.
Cuanto más despiertos estamos más disminuyen las prisas, el temor, la ira, el odio y todas las emociones negativas.
Y paralelamente pero en sentido contrario, cuanto más despiertos, más brillamos con una bella energía que nos da fuerza. Y, gozamos de una energía y vivacidad en aumento.
Despierto supone estar más vivo.
Más energético.
Más poderoso.


El buen artista marcial, de talento elevado, aprende a ser espontáneo, y lo será en la medida en que está despierto.
El despertar es el camino de la espontaneidad tan necesaria, imprescindible para desarrollar la cristalina “mente de combate” durante el entrenamiento de TEGUMI y para las KATA bien hechas, o la “mente para vivir más feliz” la mente despierta como el agua cristalina que alborea en la candorosa nieve de las encumbradas cimas.
Nunca se ha subrayado lo suficiente que, estamos vivos en la medida en que estamos despiertos.
El despertar es el camino de la vida.
Normalmente cuando una persona realiza una técnica de KARATE, es consciente, en el mejor de los casos, de la técnica que está haciendo, pero no es consciente de quien la está haciendo. Lo que convierte al ejecutante de la postura en un personaje tan irreal e insustancial como las fantasías sobre las que se desliza.
Hay que desarrollar por tanto, una presencia continua mientras se es consciente de que uno mismo es el que hace tal o cual cosa hermosa.
Estos nuevos instantes de plenitud, despiertan sin duda el aliento de cada eterno presente.
Pero la consciencia es el suceso mental mediante el cual la mente se observa a si misma y a todo lo demás. Por eso es imposible barrer los pensamientos molestos que nublan la consciencia, porque en la mente no hay nada más que la mente. Y que la mente trate de controlarse a sí misma por medio de si misma, sería como lavar sangre con sangre, o como perseguir al ladrón tocando el tambor.
Aunque no debemos de preocuparnos, hay un método sencillo que propone el ARTE MARCIAL para encontrar la frescura clara de la consciencia. Sin embargo, para ello será necesario explicar como se desarrolla el suceso perceptivo de la consciencia.
Y para tal fin, pondremos el prosaico ejemplo en el que  “yo me como una gamba”.
Según yo alcanzo a comprender, en el proceso de comer una gamba tenemos tres áreas de la percepción:

AREA PERCEPTIVA Nº1.-   “La gamba”

AREA PERCEPTIVA Nº2.-    “Yo”
Para decirlo con otras palabras, lo que ocurre en mi interior mientras como la gamba, las emociones y pensamientos que se desarrollan mientras como la gamba.

AREA PERCEPTIVA Nº3.-     “Yo comiendo la gamba”
El proceso entero. La consciencia propiamente dicha.


Pasemos esto a la realización de una técnica de karate. Un karateka ejecutando un gedan-barai:

AREA PERCEPTIVA Nº1.-   El gedan-barai

AREA PERCEPTIVA Nº2.-    El karateka.
Es lo que ocurre en el interior del karateka mientras realiza el gedan-barai, las emociones y pensamientos que se desarrollan mientras desarrolla la técnica.

AREA PERCEPTIVA Nº3.-    El karateka realizando el gedan barai. 
El proceso entero. La consciencia propiamente dicha. Como si observáramos todo el proceso desde atrás.

Volvamos a comer la gamba:
Las AREAS PERCEPTIVAS se ordenan en orden creciente, cada una engloba a la otra. La 2º engloba a la primera, y la 3º engloba a las otras dos.
La consciencia funciona como una linterna.
La luz es el foco de atención.
La linterna se encuentra enfocando desde la estación precedente. La linterna es la identificación de la persona, con lo que se identifica la persona.
Si soy consciente de la gamba. La luz enfoca la gamba, y la linterna que enfoca desde la estación perceptiva precedente, soy yo mismo. Me encontrare entonces identificado conmigo, con mis pensamientos y sentimientos, pero eso no es ser plenamente consciente.
Mientras que si la luz me enfoca a mí, la linterna se encuentra enfocando desde la estación perceptiva precedente, que es la nº3. Me encontraré identificado con todo el proceso perceptivo. Con la gamba, conmigo mismo y con el proceso entero.
Identificado con la estación nº3, estaré identificado con TODO el proceso global, que por supuesto gravita en torno a un centro. Me refiero al centro de la persona que está realizando el proceso.

De lo que hasta aquí se ha dicho, se sigue que, la filosofía en los senderos de las artes marciales antiguas conducen al horizonte de entendimiento que descansa en el supuesto confirmado de que todos “estamos controlados por nuestras identificaciones, pero controlamos aquello con lo que no estamos identificados”.
Al igual que la respiración, el acto de identificación es tanto voluntario como involuntario. Si nos identificamos con alguna de las dos áreas primeras, nuestra salud se pondrá a pique por el daño de la identificación.
La identificación con los sentimientos y pensamientos, hace que nos involucremos en ambos y que la huella que deja en nosotros nos haga daño.
Pero si nos distanciamos de esas dos estaciones poniendo el testigo de observación en la estación nº3 ¡¡¡PERO SIN PERDER EL CENTRO!!! se tiende a rebajar el nivel de tensión maligna, habrá disolución de todo daño, no habrá consecuencias negativas para la plaga que sufrimos en la vida actual, porque no estaremos identificados con el proceso cambiante de las estaciones nº1 o 2, y con la sobreexcitación neurótica que produciría. Tendremos la sensación de estar fuera de la cabeza. Estaremos por el contrario con la sensación en el centro del abdomen con la quietud de un centro en clama y como observando el conjunto desde atrás.
Esa es la sensación.
De modo que si miramos las cosas desde nuestro punto de vista, veremos sólo nuestro pensamiento analítico y nuestros propios sentimientos. Miremos las cosas desde nuestra espalda, con la sensación de centro, y descubriremos su verdadera naturaleza. Pues el pensamiento analítico y los sentimientos granjean prejuicios, mientras que la verdadera naturaleza es neutra y clara.
Y en esa naturaleza neutra y clara, desaparece la división entre  técnica y karateka. El karateka se pierde en la actividad hasta desaparecer él mismo (como ego).
Ya no se mueve, el movimiento se mueve sólo desde un centro en calma.
Esta técnica encarnada tiene lugar en el vacío más absoluto.
Un vacío que es el espacio de todas las técnicas.
Así es como el karateka, entregado en cuerpo y alma a la técnica, es como la flauta a través de cuyo corazón, la resonancia de las acciones se transforma en música.

Ahora, lo suyo es añadir que por muy extraño que parezca, despertar la consciencia no es nada extraordinario, sino más bien algo ordinario, aunque también hay que decirlo, es algo excepcional que no suele darse con frecuencia en el hombre común.

Cuando comienza a aurorar la consciencia, nuestro interior se armoniza porque pensamiento, sentimiento y movimiento, desnudos y sin disfraz, se unen al unísono en un solo fenómeno.
Cuando somos conscientes, todo lo indeseado se detiene.
El proceso de la consciencia es inversamente proporcional a la retirada de los sentimientos y pensamientos indeseados.
El cambio de uno por otro será automático.
Si ahora mismo lo experimenta podrá decir, “el pensamiento llamó a la puerta, abrió la señora consciencia y afuera no había nadie”.
De hecho, al ser conscientes, todo lo demás que no sea la consciencia pura no tiene cabida en nosotros. Es algo tan natural como la vida misma.
Eso me recuerda a la mujer que se dispone a hacer cierta necesidad entre dos coches, y en el momento que se siente observada se retirará a toda prisa.
El pensamiento se retira a la misma velocidad.
Y ahora debe reparase en que, cuando realizamos una técnica de KARATE, normalmente empieza a pulular el indeseable pensamiento.
Si cuando realizo la técnica, mientras piensoahora la derecha, avanzo y espiroen ese momento, la postura como tal, desaparece para mí porque se ha transformado en una mera representación mental. Ahora puedo juzgarla, pero la técnica ya no se explaya con la frescura diáfana de un puro despertar.
Pero cuando podemos hacer la postura sin verbalizar, esa consciencia fresca es MEDITACION. Estamos en inmaculada MEDITACION. Puro MOKUZO.
Y es cuando merece la pena añadir que, cualquier cosa que recreemos así será una MEDITACION. Fresca MEDITACION. Gozosa MEDITACION.
Toda la vida puede ser una MEDITACION.
Caminar es MEDITACION.
Comer una gamba es MEDITACION.
Todo es MEDITACION.
Vivir puede ser MEDITACION.


Te voy a alentar con un camino real y sencillo del despertar para la necesaria y casi urgente aventura de la consciencia. Una experiencia de un sol que hace desaparecer el invierno del espíritu.

Dicha experiencia se puede realizar mientras hace la “sentada” del MOKUZO al principio de la sesión, o se puede practicar mientras espera que un semáforo se ponga en verde.

Lo primero será disolver las tensiones de la parte superior del cuerpo con una espiración profunda como un suspiro interno.

A continuación toda la energía del pensamiento se instala en el cuerpo, es como cambiar pensar por sentir.

Dejar de parlotear en el interior y sólo ser.

Y ese “ser”, esa sensación se instala en el centro del abdomen.
Por último nuestro campo de consciencia se expande en todas direcciones y somos testigos de todo, incluso de nosotros mismos como si nos observásemos desde atrás.

Observarse desde atrás.
Con la sensación en el centro.
Sin perder el centro.
Nunca perder el centro.
Puro centro.


Pero si no lo logra, simplifique:
Simplemente observe.
Observar es MEDITAR.
Sólo observando, sin más detalles, también se llega.
No sea como ese conductor que se complicaba más de lo necesario con este argumento
-¿puede tomar el volante? tengo que rascarme en dos lugares al mismo tiempo.
Y siempre queda el consuelo de que, al igual que cualquier loco se empieza a curar de la locura cuando se sabe loco, ser conscientes de lo inconscientes que somos, es el camino de curación del alma. Si ni siquiera nos damos cuenta, no habrá vivencias.
Dijo una tonta a un tonto: -Nos casamos. Y el tonto responde  -¿con quién?
Pero si nos sabemos inconscientes,  ya estamos en el buen camino.
Ser conscientes de que somos inconscientes.
Conscientes de la inconsciencia.
 Eso ya es ser un poco consciente.


Concluyendo y sin ánimo de redundar, hagamos lo que hagamos, no convendría olvidar  que nos debemos observar con frescura intensa, desde atrás y con sensación de centro.
Sólo así nos encontrará la iluminación.
Esa simple sensación de ser uno mismo en plena forma.
 De ser un dilatado espacio interior de quietud.
Un vivo espacio interior de silencio.
Una energía interior en el centro del abdomen.
Y con esta nueva bonanza, todo lo que nos dominaba o atenazaba se disuelve.
 No hay que esforzarse, ni enfrentarse, ni luchar contra nada.
La vida del karateka se vuelve intensa en cada nuevo instante.
                       Artículo Original de Félix Bargados
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